Perfil | Opinión
El Gobierno ha vuelto al gradualismo: ha logrado que el país empeore más lentamente. Para ello, tiene al dólar comprimido artificialmente y, como una derivación de esa medida, mantiene también parcialmente comprimidos los precios. Es como estar sentados sobre un resorte. En algún momento, el dólar y los precios contenidos pueden saltar hacia arriba. El oficialismo lo dice: este escenario artificial es solo para atravesar la instancia electoral. “Si ganamos –aseguran–, avanzaremos de inmediato sobre las reformas estructurales pendientes”. Es decir: seguiremos empeorando pero a toda velocidad.
Es claro: la táctica electoral del oficialismo consiste en lograr que no haya oscilaciones en el tipo de cambio para que no se produzcan nuevos aumentos en el resto de los precios de la economía. Para ello, el Gobierno cuenta con el total apoyo del Fondo. En una nota firmada por Carlos Burgueño, este periodista afirma: “El FMI, ya bajo la conducción de Lipton, autorizó la semana pasada al Banco Central a vender hasta 3.600 millones de dólares en futuros”. Es decir: el FMI le “autoriza” al gobierno argentino la implementación de una serie de medidas para generar ese escenario electoral supuestamente favorable. Agrega Burgueño: “Este cambio de actitud de Lipton, ya convertido en un hombre flexible a los reclamos argentinos para mejorar las condiciones del acuerdo stand-by vigente, se debió a una conversación directa que mantuvo el último fin de semana de abril con el secretario del Tesoro norteamericano, Steven Mnuchin. Este antes había recibido órdenes exclusivas del propio Donald Trump. La gestión fue agradecida personalmente este fin de semana por Mauricio Macri a través del secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo”.
Entonces, Trump le da las indicaciones a su secretario del Tesoro, este se las traslada al encargado del Fondo, David Lipton, y este toma las medidas inmediatas para darle todas las facilidades al gobierno argentino para generar ese escenario electoral con calma cambiaria. Previo a todo ello, el FMI “ha autorizado” al gobierno argentino a tomar esas medidas.
Se trata de un caso extremo de soberanía alterada. En la Argentina ya no se oye el ruido de rotas cadenas. Por el contrario: la soberanía parece un bien de cambio que el Gobierno negocia en la ruleta rusa del sistema financiero global. Y lo hace a cambio de nada: los resultados son poco alentadores.
Por ejemplo, esta semana se conoció el informe trimestral del FMI, “Perspectivas de la economía mundial, actualización de las proyecciones centrales”. Se trata de un pronóstico donde el organismo da su visión de la economía global. Allí dice que el crecimiento se sigue achatando. Por supuesto, también dice que el año que viene será mejor. El Fondo acompaña el ajuste estructural con un optimismo estructural. Sus pronósticos tienen dos tiempos: en el presente crea expectativas optimistas, en el futuro se comprueba que aquellas no eran reales. El informe del FMI nombra a la Argentina varias veces. Ninguna para bien.
Sujetarse a las respuestas del Fondo no es, como dice el gobierno argentino, el único camino. En contraposición, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), ha afirmado: “Ellos ya no van a decidir sobre la agenda de México”. Para el mandatario, las recetas del FMI llevaron a la destrucción de la petroquímica mexicana y a que “se desatara la inseguridad, la violencia en el país… entonces, ¿cómo van a estar ahí opinando?, ¿qué autoridad moral tienen?”.
En pocas semanas habrá elecciones en Argentina. Se enfrentarán dos modelos de país. Uno, cuyas políticas están dirigidas a mejorar la vida de las mayorías; el otro que cogobierna con el FMI. Queremos que se levante a la faz de la tierra una nueva y gloriosa Nación, donde las decisiones vuelvan a ser soberanas, tal como ha propuesto para México su presidente, Andrés Manuel López Obrador.