Página/12 | Opinión
Las recientes declaraciones del mandatario Andrés Manuel López Obrador (AMLO) sobre el FMI aún resuenan: “Ellos ya no van a decidir sobre la agenda de México”. Para el presidente, las recetas del Fondo llevaron a la destrucción de la petroquímica mexicana y a que “se desatara la inseguridad, la violencia en el país… entonces, ¿cómo van a estar ahí opinando?, ¿qué autoridad moral tienen?”.
Ocurrió el martes pasado, luego de conocerse la revisión del crecimiento del PIB mexicano, contemplada en la actualización del informe del FMI sobre las Perspectivas de la Economía Mundial. Allí se indica que México crecerá 0,9 por ciento este año, 0,7 puntos por debajo de la proyección de abril.
La corrección es significativa, aunque no llama la atención. Entre los argumentos esgrimidos por el FMI se sostiene: “La inversión sigue siendo débil y el consumo privado se ha desacelerado, como resultado de la incertidumbre en torno a las políticas, el deterioro de la confianza y el aumento de los costos de endeudamiento, que podrían seguir aumentando tras la reciente rebaja de la calificación soberana”. Es un buen ejemplo de cómo se busca torcer la agenda de un gobierno que no comulga con sus ideas: FMI y calificadoras aliados en estos objetivos.
En Brasil, que tampoco tiene un programa con el Fondo, la revisión del FMI fue todavía mayor: se pasó para 2019 de un 2,1 por ciento de crecimiento a un 0,8, una rebaja casi sin precedentes (1,3 puntos). ¿Cómo es posible que el organismo se equivoque tanto en los pronósticos con los amplios recursos técnicos con los que cuenta? Lo que en última instancia sobresale es la idea de un futuro promisorio que nunca llega. La respuesta siempre viene del lado de la política.
Según el Fondo, “la considerable revisión refleja las rebajas de las calificaciones crediticias de Brasil (donde el ánimo se ha deteriorado notablemente dada la persistente incertidumbre acerca de la aprobación de la reforma de pensiones y otras reformas estructurales)”. Por ello, el gobierno de Brasil acaba de anunciar un ajuste fiscal de 375 millones de dólares para lo que resta del año, tras conocerse que ante una menor actividad que la esperada, los ingresos fiscales estarán por debajo de lo proyectado. Un típico círculo vicioso, ya que el mayor ajuste del gasto afectará aún más la actividad y los ingresos públicos y nuevamente mellará la confianza de los mercados.
Ecuador es uno de los países de la región “beneficiado” por un préstamo del FMI desde marzo de este año. A diferencia de México y Brasil, aquí las recomendaciones son mucho más explícitas y vinculantes, y pasan a llamarse condicionalidades. En la primera revisión (julio) el Directorio sostuvo, entre otras cuestiones: a) “La protección de los pobres y los más vulnerables sigue siendo una prioridad fundamental” (aunque se destinan escasísimos recursos a este fin); b) “Las reformas del mercado laboral son esenciales para apoyar la creación de empleo, así como para impulsar la competitividad y el crecimiento. Se necesitan medidas para facilitar la contratación, reducir las rigideces y la informalidad”; c) “El gobierno ecuatoriano ha demostrado que está resuelto a restablecer la disciplina fiscal mediante la racionalización del gasto público. La reforma tributaria prevista será decisiva (…)”.
En Argentina, los cañones están enfocados en condicionar las elecciones presidenciales. Dice en su última revisión el FMI: “La firme implementación de las políticas subyacentes al programa respaldado por el FMI será clave para lograr un progreso continuo. Al afianzarse la estabilidad macroeconómica, los esfuerzos políticos deberán concentrarse en la reactivación de los planes de reformas estructurales”. Es decir, luego de un impasse para intentar que el actual gobierno tenga más chances en las elecciones, vuelven las reformas. Se dice explícitamente: los riesgos “pueden exacerbarse por las reacciones del mercado a la incertidumbre política asociada a las próximas elecciones”.
Si algo queda claro es que el organismo siempre desembarca con un mismo paquete de medidas “llave en mano” favorable a los mercados. Ante ello, en las próximas elecciones, es imprescindible cortar el círculo vicioso del ajuste y las reformas.