Página/12 | Opinión
¿Cómo lograr que una mayoría vote la continuidad de un gobierno que beneficia a una minoría? Probablemente, ésa es la pregunta más urgente que se intentan responder los sectores de poder en la Argentina. Para ellos, la democracia, en determinadas circunstancias, es un inconveniente.
Si hay un único camino, un solo modelo de país, ¿para qué consultar a la ciudadanía? En ese escenario hay sólo dos posibilidades: que el pueblo los apoye o que el pueblo se equivoque. Si hay un solo proyecto de país, lo único que hay que hacer es lo que ya se está haciendo. La democracia trae la amenaza de inestabilidades y de interrupción de un proceso de ajuste que requiere de muchos años. Por eso, algunos hasta proponen espaciar las elecciones. Pero, como no tienen condiciones para ello, ensayan una serie de tácticas para atravesar el escenario electoral y lograr el apoyo de las mayorías. Luego, una vez pasado ese mal momento, se avanzaría “en la misma dirección pero lo más rápido posible”, tal como adelantó el Presidente. Es una rara utilización del engaño: anunciando que lo están haciendo. Dicen: “vamos a implementar una serie de medidas para que nos votes y, luego de que lo hagas, volveremos a la máxima velocidad de implementación de las políticas que te perjudican”.
¿En qué consisten esas medidas o efectos electorales?
Una de ellas: intervenir y frenar la tendencia devaluatoria del peso frente al dólar. La otra, en gran parte consecuencia de la anterior, lo que llaman la “desaceleración” de la inflación: 2,7 por ciento en el mes de junio, 22,4 por ciento en los primeros seis meses, un 55,8 anualizada. Pero nada de lo que brilla es oro en el universo del oficialismo. Porque esa modesta desaceleración de la inflación, más que un resultado consistente, es una de las tantas interpretaciones forzadas a la que nos tienen acostumbrados. Por ejemplo, el Fondo Monetario Internacional, al habilitar el nuevo tramo del préstamo para la Argentina, ha producido un informe donde agrava el pronóstico de inflación para este año. La estimación de la revisión anterior era 30,5 por ciento. Ahora es 40,2 por ciento. Es decir: en tres meses el pronóstico del FMI sobre la inflación anual subió casi 10 puntos. Y, sin embargo, el gobierno festeja.
Hace tres meses, el FMI pronosticaba que este año el PBI iba a caer 1,2 por ciento. En este último informe dice 1,3 por ciento. Es decir: mientras el gobierno asegura que se tocó fondo y que, a partir de ahora, se va a crecer, el organismo de crédito prevé la continuidad de la caída. En el Presupuesto presentado por el gobierno se preveía una baja del PBI del 0,5 por ciento. El otro dato es que en tres meses el Fondo rebajó a la mitad la expectativa de crecimiento para el año 2020: de 2,2 a 1,1 por ciento. Esto significa economía estancada, porque hay aproximadamente un 1 por ciento de aumento poblacional anual, por lo cual, creciendo en esa magnitud, el PBI per cápita se mantiene igual.
Con relación a esa baja de la expectativa de crecimiento, el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, declaró que es posible que el FMI “haya evaluado las distintas alternativas políticas que hay de cara al recambio presidencial. Puede que evalúe que en caso de que otra fuerza política gobernase la Argentina, la macroeconomía puede ser mucho peor”. Lo cual es reconocer que el Fondo considera que el oficialismo puede perder las próximas elecciones.
Por otro lado, siguiendo los títulos de los diarios, la industria se derrumbó un 6,9 por ciento y aún no encuentra el piso, una familia tipo que alquila en CABA para no ser pobre necesita 64 mil pesos por mes, el plan Ahora 12 no logra sacar del pozo a las ventas en centros de compra que bajan 22,9 por ciento, la fabricación local de indumentaria se desplomó otro 18,9 por ciento, se triplicó la falta de pago entre los no bancarizados en préstamos al consumo. Y siguen los datos de la crisis.
Entonces, esa suave desaceleración de la inflación que promueve los festejos en el oficialismo se produce en un contexto donde continúa el deterioro de las condiciones de vida de la mayoría de los argentinos y argentinas.
Pero el presidente Mauricio Macri no es sólo cuestionable por lo que hizo. Lo es más por lo que haría en el caso de ganar. Si ello ocurriera avanzaría, como ya le anticipó a Mario Vargas Llosa, “en la misma dirección pero lo más rápido posible”, aceleraría la vuelta al sistema previsional de las AFJP, tal como le aconseja el ministro de Economía de Bolsonaro, Paulo Guedes, y priorizaría la reforma laboral, tal como mencionan diversos funcionarios del actual gobierno. No es campaña del miedo. Ellos lo están diciendo. Es lo que harían si triunfan en las elecciones. Si Macri gana, antes del 10 de diciembre lo más probable es que envíen al Parlamento sus proyectos de reforma laboral y previsional.
El proyecto para minorías debe atravesar los próximos comicios y lograr que lo apoye una mayoría. Tuvo buenos resultados en las últimas dos elecciones. Pero “pasaron cosas”. El 16 de diciembre de 2017, cuando se produjo la marcha contra la reforma previsional, algo se rompió en la relación entre el gobierno y amplios sectores del electorado. La gente movilizada de modo espontáneo en la calle comenzó a cambiar nuevamente la historia. Ese día marcó un antes y un después. A partir de ese quiebre, el macrismo no dejó de retroceder hasta ahora. Desde entonces, ha sido derrotado en casi todas las elecciones provinciales y, donde ganó, lo hizo perdiendo una parte importante de su caudal electoral. Por el contrario, el Frente de Todos continúa creciendo y sumando nuevos sectores. La mayoría de los gobernadores y la casi totalidad de la dirigencia sindical, diversos referentes de un amplio y plural arco político, las organizaciones representativas de las pymes, intelectuales y referentes de la cultura y de organizaciones sociales, apoyan la candidatura de Alberto Fernández y de Cristina Fernández de Kirchner, buscando darle expresión institucional a una mayoría que impulsa otro modelo de país. Para todos ellos, para todos nosotros, la democracia no es un inconveniente. Es la oportunidad para mejorar nuestras vidas.