Página/12 | Opinión
El “único camino”, el que propone el gobierno, se desliza sobre una pendiente. En ese descenso se encolumna la mayoría de los argentinos y las argentinas. Los indicadores son diversos. Por ejemplo, las ventas en los shoppings en abril de 2019 cayeron 22,9 por ciento respecto del mismo mes de 2018. También bajaron con relación a 2018 un 12,6 por ciento las ventas en los supermercados y un 12,9 por ciento en los autoservicios mayoristas.
Otro dato significativo: empeoró la distribución del ingreso en la ciudad de Buenos Aires, el distrito más rico del país. El 10 por ciento de la población con mayores ingresos per cápita aumentó su participación en 5 puntos en relación a 2015 en la torta de ingresos totales de la población. El otro 90 por ciento empeoró. En el país, el fenómeno es similar: durante el primer trimestre de 2019, el 10 por ciento más rico de la población obtuvo el 32,8 por ciento de los ingresos totales, mientras un año atrás se quedaba con el 32,6 por ciento, según cifras del Indec. Por otra parte, el 20 por ciento de la población con menores ingresos apenas obtiene un 4,4 por ciento del total de los ingresos. En paralelo, la cantidad de trabajadores y trabajadoras que pagan Impuestos a las Ganancias, a diciembre de 2018, alcanzó la cifra de 1.979.491 personas. En ese mismo mes de 2015 eran 1.189.342. Es decir: se incrementaron un 66,4 por ciento los argentinos alcanzados por este tributo. En la semana se conoció incluso que el gobierno no iba a eximir del pago de este tributo al próximo aguinaldo. No hace mucho, desde un spot de campaña, Mauricio Macri decía: “El Estado no tiene que quedarse con el fruto de tu trabajo. En mi gobierno, los trabajadores no van a pagar Impuesto a las Ganancias. Ese es mi compromiso. Vamos juntos”. Las palabras son esclavas de los hechos. Y, cuando no, a muchas de ellas se las lleva el viento.
Mientras tanto, el gobierno ensaya iniciativas de corte electoralista, como prorrogar el pago de los aumentos de las facturas o tratar de reanimar el Ahora 12. Se trata de medidas de corto plazo, que finalizan a fin de año, y que tienen por objeto ilusionar a los argentinos y argentinas con una atenuación del impacto de sus políticas, y que serían interrumpidas, si ganan las elecciones, para profundizar y acelerar el ajuste. Es lo que ha dicho el Presidente: “si ganamos iremos en la misma dirección lo más rápido posible”.
Es claro: el “único camino” de Cambiemos es descendente. Y, pese a los esfuerzos discursivos para asegurar que ya transitamos la planicie y pronto vamos a iniciar el ascenso, sus palabras tienen la precariedad de quien muchas veces no ha dicho la verdad. Ese “único camino” descendente tiende a estar agotado. Y también parece agotado el relato con el que lo intentan sostener. El gobierno ha perdido toda capacidad de ofrecer un futuro. Por eso, el rol de la oposición es imprescindible: las sociedades no pueden vivir sin esperanzas. No pueden vivir sin sueños.
Nosotros decimos: hay otro futuro porque hay otro camino. Un camino donde el Estado “es el garante indispensable de los derechos de la ciudadanía, ocupando el centro de la escena para el bienestar de la sociedad a partir de la producción de bienes y servicios públicos”, como expresa la plataforma electoral del Frente de Todos.
Más y mejor Estado regulando lo que el gobierno ha dejado en manos del “mercado”, es decir, de los sectores económicos más poderosos y de la especulación financiera.
El precandidato a Presidente del Frente de Todos, Alberto Fernández, se preguntó recientemente: “¿Realmente creemos que la mano invisible del mercado va a arreglar el flagelo que vive la Argentina?”. Y se respondió: “La mano invisible no es invisible, tiene guantes blancos y son ladrones que se llevan las reservas del Banco Central.”
La Argentina actual detenta un 51,7 por ciento de las niñas, los niños y adolescentes pobres en el país, el nivel más alto en una década. Además, hacia fines de 2018, un 32 por ciento de las personas se encontraba en situación de pobreza y un 6,7 por ciento en situación de indigencia. Por ello, la plataforma del Frente de Todos propone que “comer es un derecho, comer no es un privilegio: es obligación del Estado garantizar el derecho humano a que todas las familias accedan a la canasta básica de alimentos a través de la eliminación del IVA a los productos que la componen”. E impulsa diversas iniciativas para crear empleo, promover el desarrollo de la economía social, generar obras públicas comunitarias y vincular planes sociales y trabajo.
El Frente de Todos también afirma en su propuesta que “se debe hacer foco en el crecimiento económico, la recuperación del mercado interno, el cuidado de los sectores en condiciones de mayor vulnerabilidad de nuestra sociedad y la generación de un excedente genuino de divisas a partir del fortalecimiento de nuestras capacidades productivas, innovadoras y exportadoras”.
En ese mismo sentido, Alberto Fernández ha dicho: “El Estado debe ser socio del pequeño y mediano empresario, que es el que verdaderamente invierte y no especula. El pequeño y mediano empresario es el que da el 70 por ciento de trabajo en la Argentina. Y lo que debemos hacer como Estado no es descalificarlos y generarles una competencia perversa por vía de la importación, sino extenderle las manos para que puedan invertir, crecer y producir más y dar más trabajo y si, además, podemos exportar, eso es lo que tenemos que hacer.”
La plataforma mencionada propone, además, una batería de iniciativas para la educación, la ciencia y la tecnología, la salud, la justicia, la seguridad, el medio ambiente, los derechos humanos, la equidad de género, la política exterior y la integración latinoamericana, la defensa, la cultura y la comunicación.
Allí está descrito el otro camino: el que se propone regenerar la esperanza, el que vuelve a intentar un futuro. Hay palabras que se las lleva el viento. Pero hay otras que se escriben con la firme convicción de que se transformen en hechos. No deben ser palabras para ganar una elección y luego hacer lo contrario cuando se gobierna. Son palabras que proponen otro modelo de país. Son palabras que proponen un nuevo sueño.