Ámbito Financiero | Opinión
Al ser consultada por la situación de nuestro país, en una conferencia en Washington Christine Lagarde reconoció que el FMI subestimó “la situación increíblemente complicada” de la economía argentina. Aunque no dejó dudas acerca de que el programa acordado con el gobierno de Mauricio Macri “terminará siendo un plan exitoso”. Una alternativa a la bien conocida frase de los noventa: “estamos mal pero vamos bien”.
La profunda caída del ingreso real, la pérdida de empleo y el aumento de los niveles de pobreza dan cuenta de que los buenos augurios sobre el devenir del actual modelo no son más que una forma de posverdad.
Con respecto a la inflación, la funcionaria del Fondo señaló que “en lugar de estabilizarse y disminuir gradualmente como habíamos anticipado, está mostrándose mucho más resistente”. Una reflexión inevitable al tener en cuenta que el alza acumulada del índice de precios al consumidor alcanzó el 19,2% durante los primeros cinco meses del año, registrando una variación aún mayor en el caso de los alimentos y bebidas (21,6%).
La actividad económica ya muestra cuatro trimestres consecutivos de caída. En este marco se agrava el deterioro de la industria. El último dato disponible, abril de 2019, mostró una variación interanual negativa del 8,8 por ciento, y el acumulado del primer cuatrimestre ya lleva una reducción del 10,6 por ciento respecto a igual periodo del año anterior.
El martes pasado se conoció el índice de Utilización de la Capacidad Industrial Instalada, que arrojó en abril un nivel del 61,6%, es decir, casi un 40% de capacidad productiva ociosa. Para encontrar un índice menor para el mismo mes, hay que remontarse al año 2002, lo que da una idea de cómo se encuentra el sector.
Al interior del entramado industrial, el sector automotor, por ejemplo, viene mostrando hace ya varios meses una aguda caída en las ventas internas, que primero se manifestó en los vehículos de fabricación nacional, para luego hacerse presente en los autos importados.
Los números dan cuenta de ello: las ventas mayoristas de vehículos nacionales fueron de 366.000 unidades en los primeros 5 meses del año pasado. En igual lapso de 2019 llegaron a menos de la mitad: 151.000 unidades. Con un agregado preocupante; sólo el 29% son autos de producción nacional, el 71% restante son importados.
Nada es casual o fruto de errores involuntarios, sino consecuencia esperable del modelo aplicado. Es justamente el mercado interno el más castigado por las políticas imperantes, que llevaron a un importante deterioro del poder adquisitivo de la población.
No es de esperar que las recientes medidas tomadas en el marco de las elecciones venideras tengan un impacto considerable para la actividad. Las dos más importantes, la reinstauración del plan Ahora 12 y el programa Junio 0 km para incentivar la venta de autos no discriminan entre bienes de fabricación nacional e importada. Y en el mejor de los casos estarán vigentes por unos meses. Lo que prevalece es el camino del ajuste, no la apuesta por el mercado interno.
En este sentido vale la pena citar una reciente nota de Joseph Stiglitz donde llama a establecer el equilibrio entre los mercados, el Estado y la sociedad civil, ya que los actuales problemas que conllevan las políticas de corte neoliberal nacen en el mercado, y por lo tanto no pueden ser resueltos por éste. Concluye argumentando que a menos que los gobiernos asuman “un papel más activo de lo que prescribe el neoliberalismo, estos problemas probablemente se vuelvan mucho peores”, y que resulta necesaria la existencia de políticas públicas que “garanticen que a ningún ciudadano se le nieguen los requisitos básicos de una vida decente”. Algo que la coalición gobernante en Argentina no ha podido ni podrá ofrecer, dada la propia naturaleza de sus políticas.
Ante ello, se torna crucial la posibilidad, elecciones de por medio, de cambiar profundamente el rumbo económico y así aspirar a una sociedad más justa e inclusiva.