Tiempo Argentino | Opinión
Por Carlos Heller
Casi en paralelo a la noticia de la reapertura de una oficina del FMI en Argentina, se anunció el tratamiento del nuevo acuerdo stand by con nuestro país por parte del directorio del organismo. La coincidencia en el tiempo de estos dos hechos no es casual. El economista asignado a la oficina del organismo, Trevor Alleyne, «será el encargado del monitoreo diario del cumplimiento de las condiciones del acuerdo» (Ámbito 19-10-18). Una de sus principales tareas sería el control del diseño del Presupuesto 2019, que se encuentra en tratamiento en el Congreso de la Nación. La aprobación del mismo constituye un hito esencial para el Fondo.
Lo más preocupante de esta situación es, a pesar de que algunos medios lo naturalicen, la subordinación de las políticas locales a las decisiones del FMI y de Wall Street. Una fuerte pérdida en términos de soberanía política y económica para la Argentina, con el FMI «controlando» ni más ni menos que los ingresos y gastos públicos.
Imposible no establecer un paralelismo con lo ocurrido en Grecia, país que hace poco anunció haber finalizado un largo camino de rescates financieros que no hicieron otra cosa más que garantizarles a los acreedores el repago (con altos intereses de por medio) de las deudas contraídas a fuerza de un estricto recorte de los gastos del Estado griego. Un monitoreo que ya lleva ocho años y que continuará por varios más, y que terminó dejando a la población con un nivel de vida fuertemente deteriorado.
Lamentablemente, el caso argentino apunta en la misma dirección, ya que los desembolsos del FMI se harán efectivos siempre y cuando se cumplan las condiciones impuestas por el organismo: equilibrio fiscal primario para 2019 y superávits en los años subsiguientes, cueste lo que cueste. Todo en aras de obtener un amplio margen fiscal para el pago de intereses de la deuda.
Claro que las pautas de ajuste fiscal no siempre van de la mano con los objetivos políticos, en vistas a las elecciones del año próximo. En este sentido, las declaraciones del ministro Dante Sica en el 54° Coloquio de IDEA son clarificadoras. Al ser consultado por las retenciones, el ministro señaló: «las restricciones políticas nos llevan a un callejón sin salida donde tuvimos que poner las retenciones que nos permitieron dar esa señal del equilibrio primario». Estos comentarios reflejan la idea de transitoriedad de la medida, ya que entraría en contradicción con el modelo de país que pretende este gobierno. Un modelo basado en la colocación de productos primarios y sus manufacturas en el exterior, con una legislación laboral «flexible» y bajo costo de producción que se encargue de desarmar la estructura de derechos construida años atrás. Fue el presidente de IDEA quien resumió esta concepción en el Coloquio: «somos un país pobre pero rico en recursos naturales».
Además, y como para dejar bien en claro cuáles son los objetivos de fondo, el ministro Sica agregó que hay temas como «la reforma previsional que por ser un Gobierno (en) minoría no se podría avanzar».
Mientras tanto, los últimos datos de la economía continúan marcando un sendero lleno de «obstáculos». Según una encuesta realizada en paralelo al Coloquio por la consultora D’Alessio IROL, el 84% de los consultados considera que el segundo semestre de este año tendrá un balance negativo para su empresa. No obstante, el 56% cree que el año próximo será mejor. Siempre presente la percepción de un futuro venturoso.
En una entrevista brindada al diario El Cronista el 18 de octubre, el ministro de Hacienda Nicolás Dujovne afirmó que después de varios meses de caída del salario real «bastantes sectores están revisando sus acuerdos paritarios lo que a su vez daría «los primeros meses de recuperación del salario real» y una eventual reanimación del consumo. Suposiciones todas ellas sobradamente optimistas al tener en cuenta que los incrementos nominales de los salarios se encuentran aún muy por debajo de los niveles esperados de inflación.
El recientemente publicado Índice de precios al consumidor da cuenta de ello. Según el Indec, el IPC Nacional registró un crecimiento del 6,5% en septiembre, y ya lleva acumulado en los primeros nueve meses del año un 32,5 por ciento. Al analizar el rubro Alimentos, al cual destinan casi todo su ingreso la mayoría de los trabajadores, la variación es aún mayor: 7% mensual en septiembre y 35,8% acumulado. Cuesta creer que los salarios se acerquen a variaciones similares, teniendo en cuenta la actual recesión económica y el fuerte impacto de las altísimas tasas de interés sobre los niveles de producción. Por más que algunos gremios reabran las negociaciones paritarias, estas deberían, como mínimo, duplicar los aumentos salariales acordados a principios de año y luego moderadamente incrementados (cuando el propio gobierno proyectaba una inflación anual del 15 por ciento).
Aún mayores fueron los incrementos de los precios mayoristas, que para el mes de septiembre registraron un crecimiento mensual del 16%, un porcentaje de variación que no se evidenciaba desde abril de 2002. El crecimiento acumulado a septiembre llegó a más del 66 por ciento. Un guarismo que aún no se trasladó completamente al sector minorista, el cual, si bien parcialmente suavizado por la recesión económica, va a implicar un mayor deterioro de los ingresos.
Otro dato estadístico publicado recientemente es el del Uso de la Capacidad Instalada de la Industria. Al mes de agosto de 2018, casi el 40% de la capacidad de producción de la industria se encuentra ocioso, consecuencia de una caída en el nivel de utilización de 10 de los 12 rubros industriales que componen el índice. Entre los más afectados se encuentran la industria textil, el sector de productos químicos, el automotriz y la producción de alimentos.
Finalmente, también se conoció el Índice del Costo de la Construcción, un promedio ponderado de tres factores: materiales, mano de obra y gastos generales del sector. En septiembre registró una variación del 7,3%, a consecuencia del aumento del costo de los materiales (14,1%) ya que el componente mano de obra mostró una variación mucho más modesta: 3,3% al igual que gastos generales: 3,5 por ciento. Un buen ejemplo de cómo el valor salario ajusta hacia abajo con relación al precio de otros componentes de la producción.
En resumen, un panorama para nada alentador, que se vio además ratificado por las proyecciones de caída del PBI para 2019, tanto del FMI (-1,6%) como de la CEPAL (-1,8 por ciento). Que quede claro, la actual situación no puede considerarse un fracaso de la gestión macrista. No exento de dificultades, el programa económico que se proponía este gobierno desde un comienzo ha logrado llevar a cabo sus objetivos. Lo comentan sus funcionarios: Dujovne acaba de expresar: «este gobierno tuvo un norte muy claro desde el inicio (de) lo que quería con la economía, lo instalamos como proyecto y del cual no nos separamos nunca».
Claro que el éxito lo disfrutan muy pocos. El temor que le expresaron los jefes de fondos de inversión a Dujovne en Bali, en el marco de la reunión anual del FMI, es todo un símbolo de a quiénes les interesa la continuidad de este modelo. Su preocupación pasa por que este gobierno pueda sostener el «ajustazo que le prometió a Christine Lagarde» (Bonelli, Clarín, 1/10/2018).
Una oportunidad para que aquellos que pretendemos un país con políticas de inclusión, empleo, bienestar popular y soberanía ejerzamos un rol fundamental en la construcción de alternativas para las elecciones del año próximo.