Amor y soberanía

Página/12 | Opinión

Desde hace un tiempo, el gobierno viene convocándonos a los argentinos y las argentinas a que nos preparemos para sufrir. Nos arenga para que aceptemos el ajuste. Improvisa una épica histriónica para motivarnos a atravesar tiempos de angustia.

Es difícil gobernar en simultáneo para los mercados, el FMI y la gente. Si la política consiste en bajar salarios, jubilaciones, obras públicas, los presupuestos de salud y de educación, entre otros ajustes, es imposible presentar ese proyecto como favorable para las mayorías. Por eso, muestran el sufrimiento que ocasionan sus políticas como el trago amargo que hay que tomar para que advenga la felicidad posterior. “Hay que pasar el invierno”, decía Álvaro Alsogaray; “hemos dado vuelta una hoja del intervencionismo estatizante… para dar paso a la liberación de las fuerzas productivas”, sostenía José Alfredo Martínez de Hoz; “estamos mal pero vamos bien”, afirmaba Carlos Menem; “lo peor ya pasó”, aseguraba hasta hace poco Mauricio Macri. Todas estas frases dicen lo mismo: el rumbo es el correcto, estamos en una transición para corregir lo que se hizo mal y, si lo logramos, la felicidad nos espera más adelante.

Ahora, además, el Presidente nos propone que nos enamoremos. Y, nada más y nada menos que de Christine Lagarde, la directora del FMI.

Pero, ¿qué sucedió en esas reuniones entre el Presidente y la funcionaria del organismo internacional donde teóricamente reinó el amor? Allí hubo un endurecimiento del ajuste y un acuerdo de la Argentina con ese endurecimiento. En esas escenas “amorosas” se produjo la defunción final del gradualismo.

Esa profundización de los recortes rige los números del proyecto de Presupuesto 2019. En ese proceso, este gobierno resigna soberanía. Porque el Parlamento nacional se transforma en un paso formal que debe avalar lo que ya se acordó con el Fondo Monetario Internacional. El Presupuesto ya ha sido diseñado y cerrado en sus aspectos centrales en el exterior.

En esa perspectiva, el anuncio del acuerdo desde el Consulado argentino en Nueva York, con Lagarde sentada delante de la bandera argentina, es un símbolo muy fuerte de la resignación de la capacidad de decisión nacional. La imposición del Fondo tiene como consecuencia ajustar a los sectores más débiles de la economía y de la sociedad. Dos ejemplos: las partidas para infraestructura escolar sufren un recorte de un 72 por ciento del valor nominal, es decir, un 72 por ciento menos de lo que estaba en el Presupuesto 2018; y los montos para jardines de infantes en valor nominal se reducen en un 57 por ciento.

En esa rara experiencia “amorosa” entre el gobierno argentino y el organismo multilateral de crédito se intercambia paz por subordinación: es el ajuste o el caos. Por eso, el Ejecutivo va a llamar, en nombre de la racionalidad, a acompañar los recortes. Porque, según él, no hay otro camino. Lo otro es el abismo. Hay que elegir entre el ajuste sin fin o la caída al precipicio. De ese modo, la única opción que ofrece la actual administración es un Presupuesto con consecuencias muy graves para las pymes, los trabajadores, los profesionales, la educación, la cultura, la ciencia y la tecnología, y para la mayoría de los argentinos y las argentinas. La recesión extrema es el eje central para contener el proceso inflacionario.

En el debate del Presupuesto “único” Macri y sus funcionarios dicen: “Tenemos los votos para garantizar la aprobación”. Es probable, entonces, que aparezcan legisladores con discursos muy críticos pero que aprieten el botón equivocado. Es necesario advertir que, en este caso, la abstención equivale a apoyo del voto positivo. Puede haber un sector que recurra a la fórmula “me opongo, pero me abstengo”. Abstenerse significa permitir que, con menos votos de los que harían falta, el gobierno consiga la aprobación. Algunos gobernadores ya lo están diciendo: es necesario garantizar la gobernabilidad y aprobar el Presupuesto aun cuando expresen muchas críticas hacia el mismo.

En paralelo, el Presidente en su discurso ante las Naciones Unidas le dedicó mucha más atención a Venezuela que a Malvinas. Ello sucede porque se propone como la punta de lanza de la escalada contra las autoridades venezolanas. Esta es parte de la explicación del fuerte respaldo de los EEUU. Porque ocupa el lugar de representante de sus estrategias para la región. Ese rol es reforzado por la posibilidad creciente de que en Brasil se imponga en las próximas elecciones el candidato del PT, Fernando Haddad. Si ello sucede, el liderazgo hemisférico de apoyo a las políticas de los Estados Unidos se concentraría aún más en el Presidente de nuestro país. Por eso, aumenta el interés dela administración Trump en sostenerlo y por eso también Macri aprovecha su paso por las tierras del norte para anunciar que se presentará a la reelección.

En la cena organizada por el Atlantic Council, donde el Presidente intentó bailar con su anfitriona, Adrienne Arsht, le entregaron el premio al “ciudadano global”. Precisa definición: Macri es cada vez más un representante de los grandes intereses globales -y de los Estados Unidos en particular- antes que de su país y su gente. Más aún: mientras pierde representatividad interna, la gana externamente. Sufre un desplazamiento: deja de representar en un lado para hacerlo en otro.

En este plano, otros actores aceleran el desarrollo de propuestas alternativas para promover otro modelo de país. Es necesario redefinir el escenario: pasar de la opción ajuste o caos al debate entre proyectos diferentes.

En esa línea, el documento “La Patria está en peligro, la política económica debe cambiar”, que presentaron el Frente Sindical para el Modelo Nacional, la Corriente Federal de los Trabajadores y 71 de las 77 regionales de la CGT, es un paso muy importante para la construcción de una alternativa al actual modelo.

Dicen allí: “Esta crisis colosal no es fruto de ninguna causa externa, de herencias, ni de tormentas que sólo existen en la imaginación del Ejecutivo. Tampoco es impericia”. Y agrega: “exigimos un cambio inmediato del plan económico, al tiempo que planteamos la implementación urgente de las siguientes medidas”, y las nombra: “cambio de la política económica. Rechazo a la reforma laboral. Derogación de la reforma previsional. Retrotraer las tarifas de los servicios al 1º de diciembre. Derogación de la reforma tributaria”. Y continúa: “para evitar la desintegración de la Patria hay que frenar la fuga de capitales con medidas de control financiero por parte del Banco Central; restringir la venta de dólares sólo para fines productivos; detener la remisión de utilidades de las grandes multinacionales al exterior; fijar por ley la obligación de liquidar en el país las divisas provenientes de la exportación de granos, minerales y petróleo, en el plazo máximo de un mes; recuperar el poder recaudatorio del estado cobrando retenciones a las exportaciones de productos agrícolas, mineros y petroleros en niveles acordes a las ganancias extraordinarias de esos sectores; cobrar impuestos a la compra-venta de títulos de deuda soberana e incrementar los impuestos a la ganancia financiera; revisar la deuda externa que creció en forma espuria desde 2016; aprobar un presupuesto con eje en el mercado interno, el desarrollo industrial y en las economías regionales; liberar a todos los presos políticos”. Finalmente concluye: “Hacemos un enérgico llamado para constituir un Frente Nacional y Patriótico, a todas las formaciones partidarias que se denominan de oposición, alrededor de un programa de compromisos concretos, para superar esta hora crítica”.

En el lugar donde el oficialismo intenta colocar el precipicio, debemos edificar un proyecto alternativo con todos y todas los que nos oponemos nítidamente al modelo neoliberal.

 

Nota publicada en Página/12 el 30/09/2018

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