Carrera interminable

Página/12 | Opinión

Por Carlos Heller

Lewis Carroll ya lo decía en 1872: “Lo que es aquí, como ves, hace falta correr todo cuanto una pueda para permanecer en el mismo sitio. Si se quiere llegar a otra parte hay que correr por lo menos dos veces más rápido”. La frase, que aparece en “Alicia a través del espejo”, podría ser la que descansa en la mesa de luz de los funcionarios argentinos, que acaban de anunciar otro redoblamiento del ajuste para tratar de convencer a los acreedores externos. Con las políticas del FMI acordadas con el gobierno macrista, el camino reservado a la Argentina es uno en el que continuamente se verán vulnerados los derechos de las mayorías.

Las medidas que esta semana presentó el gobierno forman parte de un plan eminentemente financiero, destinado en exclusiva a despejar las dudas de los inversores mediante una fuerte reducción del déficit primario, y la obtención del suficiente crédito del FMI para cumplir con todos los compromisos.

Los números que aparecen en el documento oficial lo dicen todo. Comenzando por lo que se omite: no se informa proyección alguna del PIB para 2019, sólo datos fiscales y de deuda. Parece que ven a la actividad económica y al empleo como simples variables residuales, es decir, que se deberán acomodar a lo diseñado para las financieras.

El gobierno plantea llegar al déficit cero en 2019, un año antes de lo pactado tan sólo tres meses atrás. El esfuerzo será compartido, pero sin embargo no todos aportarán proporcionalmente.

Los gastos primarios (antes de intereses) caerán 1,4 puntos del PIB, más que lo que subirán los ingresos, unos 1,3 puntos. En materia recaudatoria, se establecieron retenciones que se podrán licuar con la suba del dólar, ya que se estableció un techo de 4 y 3 pesos según el producto, por cada dólar de exportación.

Cabe preguntarse qué ocurriría en un escenario donde la recesión pudiera ser más profunda que lo esperado y termine impactando en los ingresos tributarios. La respuesta habrá que encontrarla por el lado de las erogaciones, que no tienen piso, un sesgo esperable de este gobierno. Es decir, correr cada vez más rápido para aumentar el ajuste, a costa de seguir incrementando los costos sociales.

El déficit cero es sólo la punta del iceberg del ajuste, y de hecho para 2020 se piensa en un superávit primario del 1 por ciento. Pero el déficit cero para 2019, incluso de lograrse, no alcanza a cubrir la totalidad del financiamiento. Según los cuadros del gobierno, el año próximo habrá que pagar, sólo de intereses de la deuda pública, unos 15.200 millones de dólares. Al día de la fecha, la forma de financiar estos gastos sería la siguiente: 11.700 millones de dólares del FMI correspondientes a 2019 (pautados en el acuerdo de junio), 1000 millones de otros organismos de crédito internacional, y nuevas colocaciones en el mercado doméstico por 2500 millones, que tendrán que buscar en condiciones poco favorables.

No obstante, la necesidad de financiamiento estaría dada, además, por los vencimientos máximos a afrontar: 6700 millones de dólares por los bonos, 2900 millones por Repos y 11.100 millones por Letes. Estos serían los números máximos, suponiendo una total falta de financiamiento privado. Por eso el gobierno tratará de adelantar los fondos de 2020 y 2021 del FMI (17.400 millones de dólares). Con eso intentará convencer a los mercados de que el camino financiero está allanado en 2019, pase lo que pase.

El problema es que, suponiendo que obtenga los fondos, el 2020 se presenta como un gran interrogante, y eso sin considerar los requerimientos de dólares del sector privado y los pagos de intereses de la deuda pública. Para llegar a otra parte, lo que hay que hacer no es correr más rápido, sino cambiar de modelo económico: una posibilidad que estará dada por la voluntad de unidad y el nivel de resistencia de los ajustados.

Nota publicada en Página/12 el 09/09/2018

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