Una sociedad que busca alternativas

Perfil| Opinión

Desde sus orígenes, Cambiemos le ha propuesto a la sociedad argentina un proyecto unificador: un gobierno para todos. La superación de la “grieta” vendría con la apertura de un cauce único para “avanzar todos juntos”.

El paro contundente de las centrales sindicales y los movimientos sociales el lunes 25 ha mostrado, una vez más, que un sector mayoritario de la sociedad argentina no se siente expresado en ese proyecto “de todos”. Esa totalidad artificial ha vuelto a resquebrajarse. El gobierno que proponía superar la grieta la ha redefinido y ampliado. Su modelo de país reprimarizado –que retrocede en los avances que se habían logrado camino a una mayor industrialización– deja a la mitad de los argentinos sin futuro. Allí donde el Gobierno dice que estamos “todos juntos”, una parte mayoritaria de la sociedad ha comenzado a ver minorías enriquecidas.

Por eso, amplios sectores sociales no representados en el proyecto gubernamental insisten en expresar su oposición allí donde son convocados. Lo hicieron en la movilización del último 25 de mayo en el Obelisco y volvieron a hacerlo este lunes en el contundente paro general. A través de su presencia multitudinaria o de su ausencia masiva le han señalado al Gobierno su desacuerdo con una política que los empobrece y los excluye.

El Gobierno lleva adelante un modelo recesivo y lo reconoce. Lo que ahora se pregunta es cuánto va a durar esa recesión. Ya no afirman que “lo peor ya pasó”. Dicen: “Lo peor está por venir”.

En este escenario, crece la avidez por escuchar políticas alternativas. Una mayoría de la sociedad está buscando nuevas propuestas y parte de las dirigencias sindicales y políticas acompañan esa búsqueda. La democracia es eso: cuando un gobierno pierde representación, la sociedad busca alternativas y la oposición debe organizarse para dar respuestas. La vida democrática es, entre otras cosas, el traslado periódico de la representación mayoritaria desde unos a otros actores del sistema político.

Hoy estamos en un país donde un gobierno que se presentaba como la expresión de la totalidad ya ni siquiera logra representar a una mayoría. Y donde distintos actores sociales, políticos y económicos expresan su descontento a través de diversos instrumentos de la democracia como movilizaciones, paros y otras manifestaciones públicas. Todo ello va creando las condiciones para la construcción de una mayoría alternativa.

Uno de los pocos discursos que Cambiemos retiene y utiliza con eficacia es el de la falta de alternativa. De acuerdo con él, al Gobierno hay que apoyarlo no tanto porque su proyecto es bueno sino porque es el único disponible. De allí que no deba pensarse el proceso de unidad de la oposición en los dos tiempos con que se lo suele formular: primero ganar y luego definir un programa. Porque es necesario ofrecer a esta sociedad disconforme y ávida una propuesta que ponga en crisis la última retaguardia discursiva del oficialismo: la que señala que hay un único proyecto y es el de ellos.

A los dos tiempos hay que cambiarles el orden: primero es necesario formular un programa para luego tener más chances de ganar las elecciones. Es necesario convencer a la sociedad de que hay una alternativa. De que mientras el modelo de Cambiemos se estructura alrededor del mercado hay otro que lo hace regulándolo y poniéndole límites. La disyuntiva es simple: o es el mercado el que establece libremente cuánto valen las cosas y cómo se distribuyen los ingresos y la riqueza o es la ciudadanía representada por el Estado quien regula el mercado. O es el Estado quien establece qué productos no se importan porque se fabrican en la Argentina y cuáles no se exportan sin proveer primero al mercado interno a un precio distinto al de exportación, o se deja que el mercado haga lo que quiera. Alrededor de esta disyuntiva se estructuran dos modelos de país.

Es necesario seguir construyendo una propuesta capaz de enamorar a la ciudadanía.

 

Nota publicada en Perfil el 01/07/2018

 

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