Lo esencial no es invisible a los ojos

Página/12 | Opinión

Asistimos a una judicialización extrema de la política. Ya no se trata sólo de los integrantes del Poder Judicial juzgando a la política opositora. Ahora es también el Gobierno juzgando a la Justicia y esta última juzgándose a sí misma.

Este proceso somete y encierra a la dirigencia en un léxico jurídico intrincado y en un fárrago de procedimientos y tácticas procesales que la alejan significativamente de la sociedad. Ése es el lugar donde la quieren: lo más lejos posible de los temas que preocupan a la mayoría de los argentinos.

Por supuesto, también está lo otro: el gobierno procede naturalizando, es decir, quitándole gravedad a algunas cuestiones. Las presenta como “normales” y, por lo tanto, como conductas aceptadas. Por ejemplo, trasciende que el Presidente Macri está enojado porque el titular de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, le mintió. De este modo, se describe como normal que los máximos responsables de ambos poderes acuerden cuestiones en privado. Entonces, lo bueno o lo malo es si el presidente de la Corte ha cumplido o no con esos supuestos acuerdos. Así, se naturaliza que haya acuerdos entre ambos. ¿Y la tan mentada división de poderes del republicanismo gubernamental?

El Poder Judicial está convulsionado. Y, en esa convulsión, todo se judicializa. El lenguaje legal se transforma en el lenguaje general de las polémicas públicas. La política, en este juego, queda interferida por la judicialización creciente, alejada, distante, recorrida por un discurso críptico y para especialistas.

Es en este escenario donde el gobierno lanza una nueva agenda: los datos de la “reducción” de la pobreza y la indigencia.El anuncio oscila entre la manipulación estadística y el uso de información desactualizada.

El gobierno suele comunicar en los límites de lo místico. Hace poco, promocionó lo que llamó “un crecimiento invisible”. Es decir, nos habló de un fenómeno que no se ve o que solo ellos ven. Recurren a la creencia: hay que creer en sus datos como se cree en lo sobrenatural. Ahora hablan de reducción de la pobreza y la indigencia, otro fenómeno incomprobable. Nadie que vaya al supermercado, que tome un transporte público, que pague peajes, o que se encuentre con las nuevas tarifas, puede considerar verosímil esta mejora de los indicadores sociales. El mundo que describe el gobierno es invisible para la mayoría de los argentinos.

Sin embargo, algunos datos visibles son concluyentes. En el segundo semestre de 2016 la inflación, medida por el Indec, fue del 8,9 por ciento semestral, mientras que en el segundo semestre de 2017 llegó al 11,6 semestral. Otros datos: el valor monetario de la canasta de pobreza creció un 28,3 por ciento en 2017 y la inflación lo hizo el 24,8. Hay muchos otros.

Los anuncios de reducción de la pobreza y la indigencia son insostenibles.

Pero sólo son posibles en estos escenarios donde previamente se ha interferido judicialmente a la política intentando alejarla de la sociedad.

El discurso gubernamental, endeble, con datos imprecisos e invisibles, sólo funciona si opera como relato único. Por eso necesitamos insistir con agendas propias. No sólo sostenidas en el cuestionamiento de las políticas gubernamentales. No sólo plantadas en los necesarios procesos de diálogo y unidad del campo nacional, popular y democrático.

Agendas que, además, insistan con temas propositivos: que le propongan a la sociedad qué haríamos nosotros en caso de gobernar, cómo lo haríamos y porqué todo ello sería mejor que lo que actualmente hace el macrismo.

Hay por lo menos dos modos de atravesar un proceso de unidad. En uno, este ocurre en simultáneo a que se le propone a la sociedad políticas que la involucran. En otro, las partes que pugnan por unirse se concentran endógenamente en esa tarea, y se posponen las propuestas para un segundo momento. En esta última opción, el gobierno tiene más probabilidades de éxito en su búsqueda de capturar a la política opositora con sus tácticas de interferencia judicial, y de contar con un escenario vacío para el despliegue de sus propias agendas.

Por eso, desarrollar una agenda propia consiste en volver a acercar la política a las clases y sectores afectados por las políticas de ajuste. Ni la agenda interferida por la judicialización ni la manipulada por el gobierno.

Otra agenda es imprescindible. Orientada al futuro y enfocada a los intereses y necesidades de la sociedad.

Los últimos hechos que acontecieron en Brasil quizás sean un renovado indicador de que los regímenes neoliberales suelen afrontar dificultades para legitimarse en democracia y pueden recurrir a prácticas violentas. El asesinato en Río de Janeiro de Marielle Franco, militante feminista y de los derechos humanos y concejala por el Partido Socialismo y Libertad (PSOL), es un ejemplo trágico reciente. En la misma perspectiva, el precandidato presidencial Jair Bolsonaro, un ex capitán del ejército que reivindica a la dictadura militar de su país, defendió hace pocos días a 20 agentes policiales investigados por gatillo fácil declarando que “un policía que no mata no es un policía”. Es el mismo que al votar a favor del juicio político a Dilma Rousseff reivindicó al torturador de la ex mandataria durante la represión que asoló al vecino país entre 1964 y 1985.

El último capítulo de esta saga fueron los disparos contra la caravana del ex Presidente Lula cuando hacía campaña en el sur del país, este 27 de marzo. En este hecho, los grandes medios brasileños culpabilizaron al mismo Lula por lo sucedido: según ellos, lo que produce la violencia es la pertinaz insistencia del líder del PT de presentarse a elecciones. Él generó la grieta y él la alimenta. Es responsable de la violencia.

Por supuesto, algunas de estas posiciones y de estos argumentos resuenan en varios países de América Latina, incluida la Argentina.

Ante las agendas interferidas por la judicialización y las manipuladas por el gobierno –con sus fenómenos invisibles– es necesario decirle a la sociedad lo que nosotros le proponemos hacer, cómo queremos hacerlo y porqué sería bueno para la mayoría de los argentinos que lo hagamos.

Lo esencial no es invisible a los ojos.

 

Nota publicada en Página/12 el 01/04/2018

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