Página/12 – Suplemento Cash | Opinión
Por Carlos Heller
Argentina: “el crecimiento de las inversiones está estancado y existe una importante carencia de infraestructuras que debe resolverse”. Esta frase tan categórica sobre nuestro país se encuentra en el informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
El informe también establece que “la brecha del PIB per cápita en relación con los principales países de la OCDE es considerable y no se ha reducido en los últimos años, lo cual es un reflejo tanto de la escasa productividad como del bajo nivel de empleo”. Además, observa elevados niveles de pobreza y desigualdad. No parece un buen panorama de la economía argentina.
¿Por qué esta opinión cobra gran relevancia? Porque el gobierno de Mauricio Macri está empeñado en ingresar a esta organización a toda costa. Y ese costo significa orientarse hacia las políticas que la OCDE sostiene.
¿Qué recomienda para Argentina en el informe emitido con oportunidad de la reciente reunión de Ministros del G20? Una lista de profundización del enfoque ortodoxo. Veamos.
Se indica “reducir la carga regulatoria, disminuyendo las barreras al comercio y el emprendimiento”. ¿Cómo lo propone hacer?: “flexibilizando la legislación de protección del empleo”, ya que bajo su mirada, esto ayudaría a “garantizar un mejor funcionamiento del mercado laboral y redirigir los recursos hacia actividades más productivas”. Traducido a un lenguaje más directo: que se pueda despedir con menores costos a los trabajadores que no se necesiten, y éstos consigan (eventualmente) empleos en otras actividades flexibilizadas. No hay otra interpretación para esta organización de países: las barreras al comercio y al emprendedurismo son los derechos adquiridos de los trabajadores. A esto nos llevará el ingreso a la OCDE (y las políticas que ya está aplicando Cambiemos).
Además, se solicita “seguir reduciendo las retenciones de impuestos sobre las nóminas de las personas que acceden al mercado laboral, con el fin de fomentar la formalización del empleo”. La formulación es incorrecta: no se trata de impuestos, son aportes a la seguridad social que forman parte del salario de los trabajadores. Si los reducimos, y eventualmente se eliminan, ¿qué jubilación cobrará el actual joven cuando llegue el momento de retirarse de la vida laboral? Seguro que deberá terminar en una magra asignación al adulto mayor, a pesar de haber trabajado, con muchísima suerte, toda su vida. Pero también estas decisiones minan los ingresos para los actuales jubilados, y llevan además a plantear erróneamente la inviabilidad del sistema público de seguridad social, generando incentivos para el retorno de los sistemas privados de previsión.
Siguiendo con lo fiscal, recomiendan aumentar la “eficacia del sistema tributario”, “evitando aquellos impuestos que tienen un efecto distorsionador, como los basados en los ingresos provinciales y los impuestos sobre transacciones financieras”. Asimismo, se indica que la reforma fiscal implementada en Argentina rebajará las tasas del impuesto de sociedades del 35 al 25 por ciento en caso de reinversión de los beneficios. ¿Ha cumplido el gobierno argentino con estas recomendaciones? El informe de la OCDE es contundente: “dichos cambios se introducirán de manera gradual a lo largo de los próximos cinco años”.
Pertenecer a la OCDE es un certificado de estar insertos en el mundo. Ese mundo neoliberal que ha ido bajando salarios a pesar del aumento constante de la productividad, que ha ido concentrando riquezas a niveles escandalosos, así como mantiene bolsones de pobreza inaceptables. Es el “mundo” cuyo sistema “ha impuesto la lógica de las ganancias a cualquier costo sin pensar en la exclusión social o la destrucción de la naturaleza”, como lo expresó en varias oportunidades el Papa Francisco. Para muchos, este destino nos resulta inaceptable.