Página/12 | Opinión
Por Carlos Heller
Una de las filminas más impactantes que presentó Carmen Reinhart en las recientes Jornadas Monetarias y Bancarias del BCRA reza: “Los ingresos (masivos) de capitales siempre terminan mal. Un recordatorio de lo que ustedes ya saben y deberían recordar siempre”. Reinhart es una economista estadounidense dedicada al estudio de las cuestiones de la deuda y las crisis financieras, con muchos libros escritos, entre ellos: “Esta vez es distinto: ocho siglos de necedad financiera”.
Reinhart aclaró al público que no estaba diciendo que esto iba a suceder en nuestro país, pero que era una cuestión importante a tener en cuenta. Y asoció los programas estabilizadores de la inflación a fuertes influjos de capitales, los cuales traen, entre otras presiones, apreciación real de las monedas domésticas, boom en los precios de los activos y un deterioro de la Cuenta Corriente.
Si hasta el propio Presupuesto 2018 propone un crecimiento del déficit comercial importante para los próximos años. Es un integrante principal de los déficits en Cuenta Corriente que se esperan para los próximos años, junto con el déficit en servicios (v.g. turismo) y el seguro incremento en los pagos de intereses de la deuda externa.
La consecuencia es evidente: el número del déficit de Cuenta Corriente se corresponde exactamente con el valor de la “Necesidad de Financiamiento” del país, que debe ser satisfecha en moneda dura.
De allí que el problema de la deuda externa se agiganta con este modelo que lleva al aumento esperado de los déficits externos, endeudamiento que se sumaría a las ya elevadas emisiones de estos dos años. Ya lo vivimos en los noventa, cuando Domingo Cavallo decía no preocuparse por los abultados déficit de la Cuenta Corriente, porque siempre habría financiamiento externo, una tesis derribada por la crisis del “Tequila” de fines de 1994.
Llaman la atención los cálculos de una consultora internacional, que ubica a Argentina en el primer lugar del ránking de emisiones de bonos entre todos los países emergentes. Escoltada nada menos que por la República Popular de China y Arabia Saudita. Pero el impacto no termina en ese primer lugar: en un ránking que junta emisiones de gobiernos nacionales, estaduales e incluso comunales, la Provincia de Buenos Aires ronda el puesto 25 (más arriba que Brasil), la Ciudad de Buenos Aires y la Provincia de Córdoba cerca del 70º lugar, Mendoza unos 10 escalones más abajo, y cerca del puesto 100, Neuquén y Chubut.
La estadística citada pone de relieve, no sólo la magnitud del endeudamiento externo del Estado nacional, sino también de las provincias, una cuestión a menudo soslayada en los análisis de la deuda externa. A los U$S 50 mil millones emitidos por la Nación durante 2016 y lo que va de 2017, se suman U$S 14 mil de las provincias citadas, y otros U$S 3.300 de otras ocho provincias, según los datos presentados por el ministro de Finanzas, Luis Caputo, en el debate del Presupuesto 2018.
Otro dato interesante presentado por Caputo es que del total de títulos públicos, el 75 por ciento está emitido en moneda extranjera. Una dolarización alarmante.
¿Cuánto será el esfuerzo fiscal que deban hacer el país y las provincias para pagar los intereses y los vencimientos de capital de estas deudas? ¿Cuánto impactará la reforma tributaria, y la eventual reducción de ingresos que ésta conllevaría, en la deuda?
¿Cuánto más se endeudará el gobierno nacional con el mantenimiento de déficits fiscales? Y si se avanzara con la reducción significativa de dichos déficits, tal como piden los inversores externos, los organismos internacionales y los representantes del “círculo rojo”, ¿cuál sería el costo en términos de actividad y empleo?
Son los muchos interrogantes que nos plantea este modelo que, más que representar un cambio, reproduce las condiciones que ya hemos vivido con los planes de Martínez de Hoz y en los noventa.
Un crecimiento de la deuda que es, incluso, duramente criticado por los economistas afines a las políticas que implementa el Gobierno Nacional, y que muchos de nosotros anticipábamos antes de las elecciones presidenciales. Pronósticos que fueron caratulados como “campaña del miedo” por los integrantes de Cambiemos y los medios concentrados.
En estos días, ante las próximas elecciones, también nos cabe alertar sobre las duras situaciones que se vivirán en el futuro, de continuar este plan económico. Este amargo pronóstico viene de la memoria histórica, de las advertencias de Carmen Reinhart, entre otros innumerables analistas, pero principalmente de las políticas ya anunciadas y proyectadas por los funcionarios del actual Gobierno. De allí que resulta esencial que el rechazo en las urnas sea lo más amplio posible.