Tiempo Argentino | Opinión
Por Carlos Heller
«Es evidente que estamos ante una situación grave en el mercado de trabajo”, expresó el martes el titular del Indec, Jorge Todesca, en la presentación de las cifras de desempleo. Ninguna novedad. No obstante, el propio presidente ejecutó lo que mejor sabe hacer, echarle la culpa al gobierno anterior, y así sentenció: “Hay que salir de tantos años de populismo diciendo la verdad”. Como si el 9,3% de desocupación para el segundo trimestre estuviera asociado al “sinceramiento estadístico” y no a la magnitud de la crisis que se está viviendo. Al día siguiente, el Indec comunicó el dato del Indicador Mensual de la Actividad Económica (anticipador del PBI) que arrojó una caída interanual en junio del 4,3 por ciento. Para el mismo mes los datos de la industria evidencian caídas superiores (6,4% según el EMI del Indec) y del 19,6% para la construcción, según el ISAC del Indec.
Una catarata de datos y declaraciones que requiere ser analizada en detalle. Comencemos con las cifras de desocupación: quizá la cuestión más relevante son las tasas de dos dígitos para los aglomerados urbanos industriales en los que vive el 57% de la población de referencia de la muestra: Gran Rosario 11,7%; Gran Córdoba 11,5%; Mar del Plata 11,6%; partidos del Gran Buenos Aires 11,2% y Río Cuarto 10,5%. En estas regiones también es elevado el nuevo concepto que incorporó el Indec: los ocupados demandantes de empleo. Son aquellos que poseen un trabajo, pero que buscan activamente otro y presionan sobre el mercado laboral: son el 15,7% de la Población Económicamente Activa (PEA). El Indec también calcula la incidencia de aquellos ocupados que no buscan trabajo pero desean trabajar más horas, que denomina “disponibles”, un concepto difícil de comprender, y que alcanza al 6,2% de la PEA. Si sumamos desocupados, ocupados demandantes y disponibles, llegamos a que la población con problemas de trabajo, calculada para el total del país, alcanza al 31,2% de la PEA.
Sobre este punto, Mauricio Macri comentó: “Esos datos tienen un número que nos tiene que preocupar, que es que la población que efectivamente tiene empleo en Argentina apenas supera el 40 por ciento”. En verdad, la tasa de empleo a la que hace referencia (41,7% el dato preciso) se mide sobre la población total, por lo cual, para que aumente, tendrían que salir a trabajar los niños o los adultos mayores. Debería asesorarse mejor. Hay una medición más adecuada, la tasa de empleo relacionada con la población de 14 años y más, que también calcula el Indec, y que hoy llega al 52,4 por ciento. Según la CEPAL, esta tasa se ubicaba en el 54% en 2014 para Argentina, cercana al 53,3% de Brasil y algo más lejos que el 56% de Chile.
El ministro de Producción, Francisco Cabrera, fue todavía más lejos: “Tenemos también una ley de flexibilidad laboral, que es la que impulsa la generación de primer empleo; en términos generales lo que queremos es bajar los costos laborales para impulsar la generación de nuevo empleo.” Mientras que en su informe a Diputados, el jefe de Gabinete acaba de solicitar que se avance con la Ley de Empleo Joven. Si a las declaraciones citadas les agregamos el llamativo título de portada de Clarín (24/08/16) que indica que hay 5 millones de personas con problemas de empleo -un dato desafiante-, pareciera que el PRO y sus amigos están empecinados en destacar los problemas de empleo, aun durante su gestión. Es evidente que estos existen, pero en esta actitud podría entreverse una velada intención de utilizar los datos como un caballito de batalla para dos objetivos: por un lado, usar los problemas laborales como una herramienta de disuasión para aquellos sindicatos que están pensando en reabrir las paritarias. Por el otro, intentar instalar la necesidad de una reforma laboral que, podemos prever, sería altamente flexibilizadora y seguramente enfrentaría el rechazo del gremialismo, la oposición política y gran parte de la sociedad.
Los datos de la producción tampoco son alentadores. Luego de discontinuarlo, el Indec acaba de realizar la primera publicación del Indicador Mensual de la Actividad Económica para el primer semestre del año 2016. Se observa un escaso crecimiento en el primer trimestre del 0,6% interanual (ya anticipado por las cifras del PIB, que dieron un aumento del 0,5%) y una fuerte reducción en el segundo trimestre del 2,8%. Indicadores privados señalan una caída del 5% de la actividad económica en julio. Todo indica que el PBI terminará el año con una variación negativa: una fuerte razón para el elevado desempleo.
Cabe destacar que el índice de Confianza del Consumidor de la Universidad Di Tella arrojó una nueva caída del 6,2% en agosto. Si medimos la evolución respecto a un año atrás, se observa que la confianza cayó un 24,7 por ciento. Otro dato a prestar atención es que las perspectivas a un año de los consultados respecto a su situación personal y a la de la macroeconomía también cayeron en agosto. Un “palo en la rueda” para los funcionarios del gobierno que plantean que la mejora ya está en marcha.
Un análisis detallado de las cifras del comercio exterior indica que se obtuvo un superávit de U$S 270 millones en julio, gracias a que las importaciones cayeron a un ritmo superior al de las exportaciones. Analizadas en cantidades, dado que los precios han bajado significativamente, se observa que en julio las importaciones cayeron un 6,3%, lideradas por los bienes de capital (-4,3%), los bienes intermedios (-9,6%) y las piezas y accesorios para bienes de capital (-26,2%) evolución que indica con claridad el efecto de la recesión sobre estos ítems. No obstante, las cantidades importadas de bienes de consumo siguen exhibiendo cifras positivas: en los primeros siete meses crecieron un 20,3 por ciento.
En su discurso en la Jornada Nacional del Agro, Macri expresó: “Estamos lejos de haber resuelto todos los desafíos. Ayer vimos un sector de productores que no ha encontrado todavía el camino hacia el crecimiento, y que nos demanda cómo usar los recursos del Estado para sacarlos de ese lugar.” Un claro enfoque neoliberal: le asigna la culpa a los productores que van a reclamar recursos del Estado. En realidad, los problemas que enfrentan los productores son la baja del consumo y la entrada de importaciones, entre otras dificultades, debido a las políticas de liberalización económica de este gobierno. Con la misma carga ideológica, el presidente sentenció: “no hay sector público y privado, somos todos un mismo equipo.” Salvo que, en su visión, el sector privado es el que juega los partidos y el Estado es sólo el que prepara la cancha, una relación asimétrica que deja bien en claro quién es el que manda en la visión de Cambiemos. Este “círculo rojo” acaba de expresar en el Council of the Américas que aún no están dadas las condiciones para que los empresarios se decidan a invertir. Una presión más para profundizar el modelo neoliberal.
Por suerte, la reacción popular se mantiene activa: desde la Multisectorial contra el Tarifazo -que agrupa a empresas recuperadas, clubes de barrio, cooperativas, otras entidades de carácter social y pymes- se alertó sobre la continuidad del tarifazo de gas sobre esos sectores y se llamó a seguir trabajando fuertemente para lograr que el fallo de la Corte alcance a todos los usuarios. Y organizaciones de pymes acaban de presentar el primer amparo colectivo para que se anule el aumento. En adelante, la movilización social seguirá siendo clave para ejercer presión y evitar que las audiencias públicas sean un mero hecho formal y, en otro plano, para seguir mostrando el rechazo contundente al ajuste que impulsa el gobierno.