Revista Acción | Entrevista
Por Alberto López Girondo
El diputado nacional del Partido Solidario por la Ciudad de Buenos Aires y presidente del Banco Credicoop pasa revista a la situación política y económica del país. A más de cien días de la asunción de Mauricio Macri, Carlos Heller destaca, para empezar, que no hay demasiados motivos para sorprenderse. “Tengo algunas notas y entrevistas que me hicieron antes de las elecciones donde anticipo qué podía pasar si ganaba Cambiemos y creo que es lo que está pasando –señala–. Más allá de algunos giros demagógicos de los últimos días de la campaña, uno podría decir que lo que está haciendo Macri es lo que anunció. Por un lado, lo que ellos llaman «entrar en el mundo», que es abandonar la política de relaciones regionales como eje principal de nuestro posicionamiento internacional y cambiarlo por algo que no llamarán «relaciones carnales» pero que se trata de eso, de relaciones privilegiadas con Estados Unidos y Europa. Macri dijo todo el tiempo que creía en el mercado y que había que desregular, liberar el tipo de cambio, que había que abrir la economía al comercio mundial, que había que eliminar las restricciones que, según ellos, ahogaban a la economía, y habló de eliminar y bajar las retenciones; también dijo que había que pagarles a los buitres al contado y ´normalizar´ las relaciones con el FMI. Hizo casi todo lo que dijo que iba a hacer”.
–En el gobierno decían que luego de las primeras medidas iba a aparecer una lluvia de dólares para mover la economía y nada de eso sucedió. ¿Diría que hay un plan económico o van a los tumbos?
–Cuando se leen las cosas que se dijeron en la época de la dictadura con José Alfredo Martínez de Hoz, lo que se dijo en los 90, uno ve que se repiten los eslóganes acerca de lo que quieren corregir y las bondades de lo que va a venir, con alguna adecuación a los cambios de lenguaje y de época. Todos ellos hablaron de achicar el Estado y agrandar la Nación, todos han hablado de que el principal problema es la inflación y de que se la combate con políticas monetarias. No sé si hay un plan o van a los tumbos, lo que sí sé es que los ejes hacia donde van están establecidos. Después plantean lo que para mí son antinomias falsas, como eso de shock o gradualismo. Como dicen los chicos, si esto es gradualismo, ¿el shock dónde está..? En definitiva, creo que están cumpliendo con los ejes de lo que plantearon, desde un gobierno armado con ejecutivos de las corporaciones. En el último Coloquio de Idea, Macri, aún candidato, dijo: “El año que viene, si gano, vamos a estar acá todos juntos porque vamos a estar tomando decisiones compartidas”.
–Aparte del sistema de alianzas empresarias hay también un sistema de alianzas políticas con sectores del peronismo, y el grueso del FpV aparece como verdadera oposición. ¿Lo ve así?
–Tengo claro que se ha conformado una gran coalición aunque no se la ha explicitado así. Una coalición que comparte los ejes centrales de este proyecto, más allá de los discursos. Lo vimos en el debate por el pago a los fondos buitre, cuando algunos decían “los buitres son carroñeros, se negoció mal, es un acuerdo horrible, estamos pagando más de lo que se debe pagar, pero es necesario, hay que asumirlo y no hay más remedio”. Desde luego que los legisladores oficialistas no pueden decir lo mismo, pero el que no está en el gobierno se cuida para decir algún día “yo no estuve de acuerdo, yo fui alternativa a eso”.
–¿Por dónde pasarían entonces las grandes líneas divisorias?
–Creo que más allá de los sellos, el gran agrupamiento tiene que ver con esos ejes: alineamiento internacional, rol del Estado, política de derechos humanos, rol del mercado interno, política de distribución del ingreso. Con eso uno puede determinar dónde están alineadas las fuerzas políticas, lo demás es follaje. Cuando alguien dice que hay que votar esta ley porque así van a venir los capitales que estamos necesitando, que así vendrá la lluvia de dólares, el bienestar y se van a generar puestos de trabajo, yo digo que es lo mismo que se viene diciendo desde 1976, con la única interrupción de los primeros años de Raúl Alfonsín. Esto es algo que recordaba estos días al revisar las Memorias del banco de 1979 a la fecha. Es notable cómo se repiten estos discursos, excepto cuando asumió Alfonsín, que dijo lo mismo que decimos nosotros sobre una política independiente, revisar la deuda externa, suspender el pago de la deuda, discutir nuestras relaciones con el FMI. Me acuerdo cuando el entonces ministro de Economía, Bernardo Grinspun, enfrentó al FMI, pero después todo se vino abajo con el Plan Austral.
–Los gobiernos populares de la región sufren furiosos ataques. ¿Cuál es su análisis de esta situación?
–No es casual la judicialización de la política en la Argentina, Brasil, incluso Venezuela. Hay un eje común y está claro que estamos en presencia de una contraofensiva destinada a romper una alianza regional que había avanzado muchísimo. Esa política no ha tenido posibilidad de consolidación debido a muchos factores internos y también por la pérdida de líderes, que eso también juega. Y porque, además, como dice Álvaro García Linera, es una idealización creer que los proyectos son siempre positivos y siempre se trata de ganar y ganar, porque eso es suponer que del otro lado no hay nada.
–Y lo que está del otro lado…
–Claro, lo que está del otro lado es lo hegemónico, lo que domina. Creo que no hay que vivir estas situaciones como derrotas sino como parte de ese proceso en el que probablemente haya retrocesos, pero también es cierto que nuestros pueblos han hecho una experiencia concreta en estos años y han asumido derechos. Para mucha gente, a esos derechos no se los puede tocar nadie y quizás cuando comprueben que sí se los pueden tocar, modifiquen sus posicionamientos políticos. Los gobiernos de derecha no vienen a generar bienestar ni pleno empleo ni pobreza cero. En una campaña no hay que discutir los qué sino los cómo, porque nadie te va a decir «vengo a aumentar el desempleo, a incrementar la pobreza, a destruir la salud y la educación».
–Muchos de los ataques se basan en denuncias por corrupción. ¿Cómo impacta esa circunstancia en estos proyectos políticos?
–Yo diría que no hay una corrupción de izquierda y una de derecha. Es un fenómeno en sí mismo, pero las corporaciones mediáticas no tratan igual a los fenómenos de corrupción de España que a los de Brasil. No tengo ninguna duda de que todo lo que sea ilegal debe ser sancionado con severidad, venga de donde venga. Jamás diría que estoy a favor de nada que sea ilegal o corrupto, lo que pasa es que soy prudente, reacio a comprar todo lo que me dicen. Cuando algún ilusionista mediático pone una pick up con bolsas de consorcio negras y me dice “ahí va el dinero de los Kirchner”, lo que hay es ilusionismo. Ahora, digo yo: se habla muy poco de los negociados de los amigos del poder, parece que no fueran tan graves. Pareciera que para determinados formadores de opinión, el tratamiento de la corrupción tiene una vara distinta, se mide de una forma bastante diferente. Hay que ser cuidadoso, a mí que se investigue la corrupción me parece bien, ahora que el que investiga sea un juez que va a las marchas contra el gobierno, como sucedió con Lula da Silva en Brasil, me parece inaceptable. A nuestro gobierno le parece mal que haya funcionarios que sean militantes políticos y sin embargo no le parece mal que haya jueces militantes, siempre y cuando militen para ellos.
–Al descontento en Brasil con el PT se suma que en Bolivia el gobierno perdió un referendo y en la Argentina ganó la derecha.
–Creo que son situaciones distintas. Evo no perdió una elección sino la posibilidad de volver a presentarse. Esto no quiere decir que si se presentara no sería votado. Aquí, Daniel Scioli perdió pero no estoy seguro de que Cristina hubiera perdido si era candidata, lo digo aceptando las reglas de juego que establece la Constitución Nacional. Además, el impacto de lo mediático es de una importancia notable. La construcción de sentido común que realizan los medios hegemónicos es fenomenal. Todo termina entrando en una lógica terrible donde el imaginario popular colectivo consume determinadas cosas que aunque la gente sepa que se las están exagerando, piensa que todo no puede ser mentira. También creo que hay cosas que en la Argentina se podrían haber hecho mejor y que habrían evitado la irritación de muchos sectores.
–¿Cosas como cuáles?
–El Impuesto a las Ganancias. Mediante un decreto se liberó del pago a todos los que ganaban menos de 15.000 pesos a agosto de 2013 y dejó afuera a un 10% de los trabajadores registrados en relación de dependencia y a los que entraron después de ese día. Para esos trabajadores lo que quedó estaba lleno de arbitrariedades. Eso se pudo haber resuelto sin un costo fiscal importante, lo que habría evitado el mal humor de ese 10%, de ese millón de personas. Cuando uno mira el resultado electoral puede pensar que eso tuvo un peso importante. También se pudo haber resuelto mejor el tema de las economías regionales. El problema de la producción de frutas del valle de Río Negro o las aceitunas de La Rioja o la vitivinicultura se podía haber resuelto con una política diferenciada. Hay herramientas que no requieren afectar a toda la economía con una devaluación del 60% y que permiten resolver situaciones concretas. Eso habría generado seguramente mejor humor en mucha gente que estoy seguro de que votó contra sus intereses y que, con el paso del tiempo, irá tomando conciencia de ello.
–¿Cómo ve el futuro cercano, con las paritarias en ciernes, en medio de inflación y desempleo crecientes?
–Las devaluaciones tienen como objetivo cambiar los precios relativos principalmente para que uno de esos precios, que es el del trabajo, se atrase con respecto a los otros. Para que sea exitosa, la devaluación tiene que generar atraso salarial, por eso ellos ponen metas de inflación y dicen que los salarios se van a ajustar hacia adelante según una banda de entre 20% y 25%. Esto sería una enorme pérdida de poder adquisitivo del salario y es lo contrario de lo que se hizo en los doce años anteriores, donde a través de paritarias libres se recompuso con creces el valor del salario. Por otro lado, hay que preguntarse por qué hay inflación.
–¿Usted se refiere a las causas?
–Yo siempre digo que la inflación es a la economía lo que la fiebre a una persona. Vos no te enfermás de fiebre, tenés fiebre y el médico te diagnostica para darte el remedio. Con la inflación pasa lo mismo, no se la puede atacar sin decidir cuál es el diagnóstico. Para los monetaristas, para los defensores del mercado, la inflación es producto del exceso de demanda y del exceso de liquidez y moneda. Para nosotros es fundamentalmente producto de la puja distributiva. Tenés políticas públicas de recomposición del salario y no tenés políticas suficientemente eficaces para impedir que todo vuelva a los precios, entonces los precios recuperan parte de lo que mejoró el salario de la gente. Este gobierno puede tener éxito en reducir la inflación, como pasó en los 90. Porque si el poder adquisitivo se achica, en un punto los precios tienen que dejar de aumentar porque cae el consumo. Ya la rentabilidad se incrementó vía devaluación, entonces puede darse que la inflación comience a disminuir, lo que puede no ser una buena noticia para la ciudadanía. Porque puede haber una economía con poca inflación y un poder adquisitivo reducido, menos posibilidades de comprarse cosas y además con mucha más gente sin trabajo. Es cierto que la inflación tiene toda la mala prensa del mundo, y yo digo ahora que puede ser que tengan éxito con la política antiinflacionaria, pero el costo va a ser altísimo en términos de políticas de distribución, en pérdida de puestos de trabajo y en achicamiento del producto bruto, pero si todo se achica también se achica el ingreso fiscal. En un país donde el 70% del Presupuesto es gasto social, ¿a dónde van a ir a recortar? A las jubilaciones, a los servicios sociales. Ya hay señales en tal sentido.
–En el marco del sistema de alianzas del que hablaba antes, ¿cómo ve a la oposición real al gobierno?
–Es prematuro decirlo. Insisto en que se ha armado una gran coalición superestructural de fuerzas que no aceptaron hacer una gran paso, pero no fue por cuestiones ideológicas. Podrían haber estado en el mismo combo tranquilamente, por lo tanto no veo grandes diferencias entre ellos. El resto va a estar representado por los que creemos que el rumbo anterior era bueno y eso va a ir conformándose. Probablemente todavía estemos viviendo una etapa en que los gobernadores son chantajeados y a su vez presionan a los legisladores. Creo que se trata de un proceso de reacomodamiento que hay que ver cómo termina. Me parece que el espacio de lo que es el Frente para la Victoria y sus aliados, aun con alguna merma que pueda darse en estos reacomodamientos, será la referencia de quienes creemos que el proyecto kirchnerista era un proyecto bueno y positivo, lo cual no quiere decir que fuera perfecto. Quiere decir que el rumbo era el correcto.