Tiempo Argentino | Opinión
El concepto de militancia desapareció de los medios de comunicación y de los diálogos habituales durante los noventa, pero volvió a ser utilizado masiva y habitualmente hace ya una década, tanto desde el enaltecimiento de tal acción como desde su crítica más feroz.
El diccionario de la Real Academia Española describe la acción de militar como «figurar en un partido o en una colectividad» y también como «concurrir en una cosa alguna razón o circunstancia particular que favorece o apoya cierta pretensión o determinado proyecto».
El término militancia continúa vigente en la actualidad como un erróneo argumento para ser desafectado de cualquier empleo estatal. Para el discurso del gobierno nacional, esta condición es descalificante. Sin embargo, la militancia es una noción que tiene que ver con la adhesión a determinadas ideologías, pero que está totalmente desvinculada de los conocimientos y saberes de las personas.
Por ello resulta falaz proponer reemplazar a los militantes que trabajan en los distintos organismos del Estado (utilizando esta acepción solo para los adherentes al anterior gobierno), por «verdaderos» profesionales. Muchos de los CEOs que el macrismo ha colocado en puestos clave han participado activamente en la campaña electoral, así como otros vienen respaldando y patrocinando las ideas de desregulación y de un Estado subsidiario. Podríamos definirlos como entusiastas militantes de las reglas del mercado, dado que se han formado en ellas. En este momento, son representativos militantes macristas.
La cuestión tratada no es accesoria. El cambio en las políticas económicas es significativo, dominado en estos días por la desregulación. Pero dicho cambio económico viene también de la mano de un cambio cultural, orientado a desarmar el acuerdo social a favor de la regulación estatal y de las empresas públicas que se fue gestando y consolidando en los últimos doce años. Este es contrario a las ideas que el nuevo gobierno aplica en su gestión, y por lo tanto se intenta desmantelarlo. Un objetivo que no será tan fácil de lograr. Pesan mucho las conquistas sociales obtenidas en estos últimos años, a partir de las acciones de un Estado activo. También están presentes en la sociedad los sufrimientos de la época de los noventa y la pesada herencia que sus cambios dejaron, principalmente las privatizaciones y la pérdida del poder adquisitivo salarial, con impactos negativos en lo económico, social y cultural.
A buscar inversiones privadas
Un signo de estos cambios políticos y culturales en la gestión gubernamental se encuentra en la presencia del Ejecutivo argentino en la Cumbre de Davos.
Durante la cumbre, las primeras líneas del gobierno argentino expresaron la voluntad de someterse a la revisión del artículo IV del FMI. La aceptación de esta “auditoría” era una definición esperada, puesto que ya se había mencionado en la campaña. Un tema de gravedad consistiría en tomar préstamos con el FMI, los cuales vienen asociados a las condicionalidades que ya conocemos. Otra visión que marca la orientación de la política exterior que se seguirá, es la solicitud de Mauricio Macri para ingresar a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), un grupo de 34 países, la mayoría desarrollados y otros que aspiran a serlo. En este contexto aparecieron las expresiones del director del Departamento Occidental del FMI, Alejandro Werner, en cuanto a que las políticas del nuevo gobierno argentino han mejorado las perspectivas de crecimiento para el mediano plazo, «pero es probable que el ajuste genere una leve recesión en 2016». Esa «leve» recesión es una caída pronosticada por el organismo del 1 por ciento.
Los funcionarios que asistieron a Davos repitieron incansablemente que fueron a buscar inversiones: podríamos decir, a militar inversiones. En realidad esas inversiones privadas se obtendrían en la medida que Argentina genere condiciones para que las corporaciones logren más rentabilidad que en otras naciones. Una decisión que suele estar vinculada, en los distintos países en los que invierten, con la desregulación, la flexibilización laboral, la baja del salario real y ventajas impositivas, entre otras. ¿En qué beneficios estará pensando Coca Cola al anunciar inversiones por U$S 1000 millones en los próximos cuatro años?
Esta tesis del apetito por el lucro de las grandes corporaciones internacionales puede confirmarse con extensa bibliografía. Resulta interesante mencionar un reciente informe de Oxfam: Una economía al servicio del 1 por ciento. Dicho documento analizó 200 empresas, entre ellas las más grandes del mundo y socias estratégicas del Foro Económico Mundial de Davos: 9 de cada 10 tienen presencia en guaridas fiscales. Según el informe, los «paraísos» fiscales esconden U$S 7,6 billones de fortunas individuales, una cantidad superior al PBI del Reino Unido y Alemania juntos. Son las ganancias que dejan de tributar en los países donde se obtuvieron.
Respecto a la concentración de la riqueza, los datos de Oxfam son alarmantes: el 1% más rico de la población mundial acumula más riqueza que el 99% restante. En ese 1% súper rico la concentración es cada vez es mayor. En 2010, 388 personas poseían igual riqueza que el 50% más pobre del planeta. En 2015 solo 62 personas alcanzan ese 50 por ciento. En el caso hipotético de que se los debiera trasladar de un punto a otro, en 2010 se necesitaba un boeing; si sigue esta tendencia, en poco tiempo alcanzará con una furgoneta.
Otro dato impactante es que la riqueza de las 62 personas más ricas del mundo se incrementó en U$S 542.000 millones entre 2010 y 2015, mientras que los 3600 millones de personas más pobres perdieron el doble de esa suma: U$S 1 billón.
En este entorno, la situación internacional no deja de evidenciar signos de complicación. El derrumbe de los precios del petróleo indica que hay innumerables tensiones no resueltas. La economía china acaba de crecer el 6,9% en 2015, al menor ritmo de los últimos 25 años, mientras que la tasa de referencia en Estados Unidos ha comenzado a aumentar. Estas condiciones impactan en los países emergentes por la vía comercial (baja de los precios de las materias primas) y también por la financiera, con salidas de capitales en 2015 de U$S 676 mil millones desde China y U$S 59.000 millones desde el resto.
La situación internacional descrita en forma sucinta debe tenerse en cuenta al evaluar la presencia del gobierno argentino en Davos. Parecen difíciles de cumplir los objetivos que espera el Ejecutivo argentino de esta reunión y de sus proyectos de financiamiento futuros. Aquí aparecen los riesgos que tiene el denominado «volver al mundo», es decir, insertarse sin reparos en el escenario internacional, privilegiando las relaciones con los países desarrollados y sus organismos. Si a esta orientación le sumamos la desregulación de la economía iniciada en el último mes, nuestro país muy seguramente quedará a merced de los vaivenes de la economía mundial.
Una estrategia totalmente distinta a la impulsada por el anterior gobierno, de intentar cerrar los canales de contagio de la crisis internacional. Objetivo reforzado mediante los acuerdos con los países latinoamericanos y con los países en desarrollo, que están dando una respuesta soberana a los problemas mundiales. Un ejemplo de ello es la creación del Banco de Desarrollo de los BRICs para no depender de los organismos dirigidos por los países centrales. Sin duda, una visión muy diferente a la idea de ir en busca de financiamiento privado y multilateral a Davos. «
Nota publicada en Tiempo Argentino, Domingo 24 de Enero de 2016