Tiempo Argentino | Opinión
Esta semana el ministro Prat-Gay anunció varias medidas económicas. Entre ellas notificó la no renovación del blanqueo de capitales vigente desde abril de 2013, que por lo tanto venció el 31 de diciembre.
Resulta llamativa la declaración de la «emergencia estadística» durante un año, una definición al mejor estilo marketinero, para evitar publicar datos oficiales por varios meses y reorganizar el Indec eludiendo los necesarios trámites burocráticos para designar personal. Una reorganización que comienza con la excepción a las prácticas de transparencia que tanto se han proclamado en la campaña electoral.
Prat-Gay también adelantó, a pesar de la falta de datos oficiales, que la inflación de diciembre se ubicó en el 3,5%, aunque indicó que de esa variación 2,5% debe atribuirse a la «herencia» del anterior gobierno, dado que «la campaña sucia creó una psicosis de expectativas». Sin embargo, fueron los actuales funcionarios quienes establecieron valores superiores del dólar en la campaña. Más aún, por Resolución General 3818 de la AFIP del 17 de diciembre, se estableció un precio de referencia del dólar de $ 14,50 para calcular el Impuesto a las Ganancias que debían tributar los poseedores de contratos de futuro de dólar. Sin duda el actual gobierno contribuyó decisivamente a la formación de expectativas de mayor devaluación. Y fue también el que eliminó la obligación de las grandes empresas de informar los precios de sus productos.
Continuando con temas de inflación y monetarios, El Cronista (28.12.15) presenta una noticia en la cual indica que, por la financiación al fisco, la cantidad de billetes y monedas en poder del público en relación al PBI es récord para los últimos 40 años, ya que totalizó 8% del PBI en noviembre. Realiza además una poco feliz comparación con noviembre de 1974, unos meses antes del Rodrigazo. En realidad, nuestros cálculos ubican la relación en el 7% del PBI, no muy distinta a la de años anteriores. Pero lo realmente interesante es que al día siguiente El Cronista compara la economía sueca, con un 2% de billetes y monedas en relación al PBI, con el 7,7% para EEUU y el 10% para la zona Euro. En resumen, el supuestamente catastrófico nivel de billetes y monedas de nuestro país es similar, o aún más bajo, que el de las principales economías mundiales.
Estos niveles de monetización pareciera que no continuarán, según las definiciones del BCRA en su última comunicación sobre la reducción de las tasas de las Lebacs. «A pesar de una reducción de la inflación desde la unificación cambiaria, los niveles registrados se ubican todavía en rangos muy superiores a los que el BCRA considera razonables. En tanto persista esta divergencia, el Banco Central actuará de manera contractiva a fines de contener la evolución de los precios, objetivo primario de actuación de la Institución». Queda claro que no necesitan modificar la Carta Orgánica para volver a definir como objetivo primario de la autoridad monetaria el sostenimiento del valor de la moneda, como lo hacía la Carta Orgánica de 1992.
Esta definición del BCRA permite deducir que la política monetaria jugará un rol importante en la estrategia hacia las metas de inflación del nuevo gobierno. Una cuestión llamativa, dado que Prat-Gay acaba de asignar el aumento de la inflación a las expectativas de mayor devaluación, e incluso comentó esta semana: «Los precios que se desbordaron se van a recalcular», (LaNacion.com, 30.12.15) una frase que puede dar lugar a varias interpretaciones, pero que sin duda se orienta a los excesos remarcatorios de los empresarios. ¿Cómo será la estrategia contra la inflación futura? ¿Se dejará el principal papel a la política monetaria? ¿Se centrará en los acuerdos de precios y salarios? ¿Se utilizará la política fiscal, en la cual hasta el momento prevalecen las reducciones impositivas? ¿O todas en conjunto? En realidad, lo principal para diseñar un combate a la inflación consiste en definir cómo se genera este fenómeno. El enfoque neoliberal ya lo conocemos, y seguramente será el que prevalezca en esta etapa, aunque el mismo ha demostrado en varias oportunidades en nuestro país, y en otras naciones, un impacto negativo sobre los volúmenes de producción y el empleo. Un dilema que se irá definiendo en 2016, aunque muchos deducimos que el resultado será adverso para los sectores más desprotegidos de la sociedad.
Papelitos de colores
Se les asignaba este mote a los yuanes del swap con China y a las «Letras Intransferibles» (L.I.) otorgadas por el Tesoro al BCRA con motivo de las políticas de desendeudamiento. Hoy, ambos son instrumentos principales de las políticas financieras. Una parte del swap se convirtió a dólares (U$S 3086 millones) con un costo del 4,5% anual, y se prevé extender el acuerdo. Las L.I., por un monto de U$S 16 mil millones, han sido cambiadas por Bonar 2022, 2025 y 2027, un tercio para cada bono. En este último caso, podría considerarse, como dice Prat-Gay, que no es nuevo endeudamiento. Sin embargo, en la medida que se utilicen para el objetivo que ha sido realizado el canje, desarrollar la política monetaria (por ejemplo, para entregarlas a los bancos internacionales a cambio de divisas), pasan de ser deuda intragubernamental a deuda en dólares con privados. En forma figurada, sería como acudir a un prestamista para pagarle una deuda a nuestra madre. Otra gran diferencia se encuentra en los intereses que devengan: las L.I. canjeadas (algunas que vencían en 2020) pagaban el rendimiento de las reservas internacionales, aproximadamente un 0,5% anual, mientras que los nuevos títulos tienen una tasa del 7,75% anual para el Bonar 2022 y del 7,875% para los otros dos bonos. Si bien son instrumentos más líquidos, también son más caros, diferencia que abonará el Tesoro Nacional.
Siguiendo con los temas de financiamiento, Clarín publica un listado del endeudamiento potencial del nuevo gobierno. En una apretada síntesis, y considerando las cifras en millones de dólares, se listan: 5000 a 7000 por el préstamo puente con bancos internacionales; 6000 por bono a exportadores, más otra cantidad extensible a otras empresas; 5000 por el bono a importadores; 10 mil a 20 mil por un bono para la remisión de utilidades de las empresas de capitales extranjeros y 20mil para acuerdo con fondos buitre, además de mayores préstamos del BID, el BM y otros organismos.
El citado medio afirma que este endeudamiento está «destinado a sostener un BCRA que no tiene reservas internacionales propias». Pareciera que se olvidó que hay nuevo gobierno y que en la actualidad el BCRA está informando reservas por U$S 25.300 millones. Si no han declarado la «emergencia monetaria» significa que la medición de las reservas era y es verdadera. Aunque, siguiendo el criterio que los grandes medios y los actuales funcionarios manifestaban en la campaña electoral, las nuevas reservas obtenidas con endeudamiento tampoco serían «propias», y sólo servirían para atender la demanda de dólares proveniente del mercado de cambios liberalizado.
Ante este aluvión de endeudamiento, pueden citarse las palabras de Christine Lagarde: «Muchos países se endeudaron, en buena parte en dólares», para detallar luego: «Unas tasas al alza y un dólar más fuerte podrían conducir a la suspensión de pagos por parte de empresas y propagarse peligrosamente a bancos y Estados». Sería importante que los flamantes funcionarios escucharan esta parte del discurso del FMI, y no solamente los capítulos referidos a la desregulación y al ajuste monetario y fiscal. «
Nota publicada en Tiempo Argentino, Domingo 3 de Enero de 2016