La baja en la tasa de desocupación en el segundo trimestre de 2015 intentó ser opacada por diversos comentarios críticos, que dejaron de lado cuestiones importantes que revelan los datos del Indec.
La tasa de desempleo para el total de los aglomerados urbanos se ubicó en el 6,6% de la Población Económicamente Activa (PEA) para el segundo trimestre de este año, guarismo bastante menor al 7,5% de igual período del año anterior.
Un hecho a destacar es la reducción de la subocupación demandante, que bajó al 6,3% desde el 6,8% previo, es decir, hay menos proporción de trabajadores que desean trabajar más, lo cual indica una mejora en las condiciones laborales.
Un dato menos difundido es que aumentó el empleo, con 143 mil nuevos puestos creados, de los cuales 107 mil generaron una reducción en el desempleo, y 36mil pueden considerarse nueva creación de fuerza laboral, por el incremento de la PEA. No obstante, dado el mayor crecimiento de la población total, la PEA relativa (medida por la Tasa de Actividad) se redujo al 44,5% de la población total, y allí centraron muchos analistas del establishment las críticas.
Esta reducción de la Tasa de Actividad, es decir la cantidad de personas que tienen trabajo o que lo buscan activamente, en relación a la población total, trató de ser asociada a un efecto desaliento. Sin embargo este es más habitual en las recesiones largas y prolongadas, que no es el caso actual, menos aún cuando la actividad económica está repuntando, en especial en sectores muy demandantes de mano de obra como el de la construcción. Cabe señalar que las nuevas condiciones del programa Progresar, que duplicó el universo de jóvenes beneficiados, pueden haber incidido en que estos hayan pospuesto su ingreso al mercado laboral. También es probable que la ampliación de la moratoria previsional haya reducido la cantidad de personas dispuestas a trabajar.
El ministro de Trabajo, Carlos Tomada, definió correctamente la situación: la nueva baja de la tasa de desempleo «no es magia, como dice la presidenta. Es política, es esfuerzo y es voluntad para ir por más inclusión, por más derechos, y por más y mejor futuro” (Télam, 19.08.15). Según Tomada, en los últimos 12 años se crearon 4,9 millones de puestos registrados en relación de dependencia, el 60% de los mismos en el sector privado, y el 40% restante en el sector público.
Si se analiza la situación internacional, donde el empleo está sufriendo graves consecuencias a causa de los múltiples efectos de la crisis mundial, intensificada en estas últimas semanas, los datos de nuestro país evidencian una evolución muy positiva, aunque ello no significa reducir los esfuerzos para generar mayores puestos de trabajo.
Los cantos de sirena neoliberales
Hay un polémico artículo de Juan Luis Bour, economista jefe de Fiel (Cronista 19.08.15) en el cual sostiene que «estamos de nuevo en los 60/70», para explicar descarnadamente cómo sería el ajuste necesario. Comenta como principal requisito que «se requiere un cambio de precios relativos, con una mejora en los precios transables respecto de los no transables», una definición técnica para evitar utilizar la palabra devaluación, ya que es eso lo que propone. Para Bour, esta «corrección de precios relativos» se debe realizar conjuntamente con un recorte del gasto público: «El problema es el nivel del gasto, no sólo el déficit fiscal»; continuando con los dichos del economista de Fiel, estas medidas «deben ir de la mano de una reducción del costo laboral (salarios con impuestos y costos regulatorios)».
Es importante reflexionar sobre estos temas: que Bour esté más preocupado por el nivel absoluto del gasto público que por el déficit fiscal indica claramente que lo que propone es la reducción del Estado. Bajar el costo laboral implica bajar salarios o reducir el financiamiento a la Previsión Social mediante la baja de los aportes patronales o, presumiblemente, ambos. De estas cuestiones es fácil inferir que se trata de un ajuste, y otra cita del mismo autor lo ratifica: «Ello puede llevar a una mayor contracción que podría suavizarse con el respaldo de la comunidad internacional: eso es volver al Fondo (FMI)». Si las políticas del FMI «suavizaran» la contracción, puede deducirse que Bour está pensando en un severísimo y doloroso ajuste.
Este tipo de propuestas no pueden desvincularse de las realizadas por Mauricio Macri cuando plantea crecer a partir de la exportación, o en una entrevista televisiva propone «exportar a partir del 10 de diciembre todo el trigo que podamos, sin retenciones, sin límites», una política que pone un signo de interrogación sobre el abastecimiento interno de harina de trigo y, por lo tanto, su precio y el de los alimentos que lo utilizan como insumo, entre otras cuestiones. No sería la primera vez en la historia argentina en la cual los exportadores desabastecen al mercado interno y disparan los precios de los alimentos. Esa es la libertad de mercado que Macri propone cuando le habla a los muy grandes empresarios que tiene por aliados.
Por un lado, las propagandas electorales prometen que «el cambio», que no se define, solucionará todos los problemas; por el otro, una cada vez mayor proporción de economistas y analistas afines proponen la devaluación y el ajuste como la única salida posible. ¿Serán esas las políticas de Estado que pretenden acordar los distintos partidos que conforman el arco opositor?
Las presiones para el ajuste
Grecia sigue dando muestras de los límites que imponen los mercados y, tras aprobarse el tercer rescate, acaba de renunciar a su cargo el primer ministro, Alexis Tsipras. Como sea, la política interna ha quedado reducida apenas a la idea de servir de garante para los planes de ajuste y los negocios de las principales potencias, encabezadas por Alemania. El portavoz de Berlín comentó: «Por supuesto, el gobierno alemán espera (del próximo gobierno en Atenas) la implementación de las reformas y de los acuerdos incluidos en el Memorando». Incluso antes del tratamiento del tercer rescate en el parlamento alemán, una empresa germana obtenía la concesión para gestionar 14 aeropuertos griegos que operan a escala regional, como parte del combo de privatizaciones y reformas exigidos por la Troika.
Salvando las distancias geográficas, es la misma extorsión financiera que se observa en Brasil, con exigencias que profundizarán los problemas de un país que acaba de entrar en recesión y que ha mostrado ya siete subas mensuales consecutivas en la tasa de desempleo. No hay que soslayar la reciente visita a Brasil de la canciller alemana Ángela Merkel, quien sostuvo: «Necesitamos una condición de inversión más confiable.» Son declaraciones que tienen la mira puesta en el programa de inversiones en aeropuertos, trenes y puertos que anunció hace poco la presidenta brasileña y que van en sintonía con los planes que en última instancia persiguen los capitales que operan a escala global.
Además de la historia de ajustes que ha sufrido nuestro país y sus fatales resultados, prestar atención a estos ejemplos de otros países del mundo resulta esencial para poder evaluar, con mayor conocimiento, el efecto de los planes que –de cara a las próximas elecciones presidenciales- nos presentan los promotores del denominado «cambio». Cada vez más, se ratifica la puja de «dos modelos» o, más precisamente, dos distintos proyectos políticos, económicos y sociales ante los cuales se enfrenta el electorado, que en octubre estará definiendo el futuro de nuestro país.
Artículo publicado en el diario Tiempo Argentino el domingo 23 de agosto de 2015.