Tiempo Argentino | Opinión
Las entrevistas a los economistas vinculados con los precandidatos presidenciales están a la orden del día, son quienes han acaparado la atención mediática, superando a los históricos gurúes del sector empresario, que algunas veces pecan por decir sin filtro lo que piensan. Al contrario de esos gurúes, los economistas de los candidatos, en especial los del PRO, el FR y la UCR, tienen un lenguaje más marketinero que económico, visualizando un futuro promisorio, e inclusive indicando, en forma contraria a lo que pronosticaban un año atrás, que la economía está sólida, que no tiene grandes desequilibrios y que estos se arreglan con mejores políticas y con confianza. Siguiendo este derrotero, todos se han inclinado (algunos con gran esfuerzo) por prometer medidas graduales, aunque la mayoría de las propuestas, que se enfocan a la liberalización de las distintas variables, están vinculadas con shocks, como la eliminación de la administración de divisas (que denominan engañosamente «cepo»), volver a la «independencia» del Banco Central y fomentar la masiva llegada de capitales y fuerte endeudamiento externo, asociadas con un arreglo con los holdouts que supere lo que se pagó a los acreedores que entraron al canje, entre otras tantas.
Esta cautela en no pronosticar cambios abruptos está vinculada con los logros económicos y sociales alcanzados desde el 2003, a los que la mayoría de la población adhiere, así como con la positiva situación en el corto plazo, no sólo por la «pax cambiaria» lograda por el BCRA como parte de las políticas de gobierno, sino también por la evolución de los distintos indicadores de actividad económica. No puede dejarse de lado el aumento interanual del 2% del Indicador Mensual de la Actividad Económica (anticipador del PBI) para el mes de marzo, que evidencia una tendencia leve al crecimiento, y se estima que puede afirmarse en los meses venideros. En el caso puntual del sector de la construcción, se experimentó un crecimiento del 5,3% en el primer trimestre de 2015, siendo el tercer trimestre consecutivo con cifras positivas. Los datos privados también sostienen esta tendencia: el «Índice de Confianza del Consumidor» publicado por la Universidad Di Tella revela una clara y continua mejoría, luego de haber tocado mínimos a principios de 2014. Por su parte, el presidente de la Coordinadora de Productores de Alimentos (COPAL) reconoció una recuperación del consumo, luego de un período de estancamiento, para identificar que «en líneas generales (la recuperación) está más recostada sobre los productos de la canasta básica y no sobre productos Premium». Esta evolución está vinculada, sin duda, a las políticas públicas de fomento de la demanda y el consumo.
Volviendo a las promesas de los candidatos y sus economistas, la presidenta Cristina Fernández fue clara en su alocución el día 25 en la Plaza de Mayo, al comentar que ahora «todos están de acuerdo con todos» y que «de repente, la Asignación Universal por Hijo está muy bien, que no van a privatizar Aerolíneas, que tampoco van a privatizar YPF», para luego solicitar a los compatriotas que busquen los registros de lo que esos dirigentes decían dos años atrás, y cómo votaron las distintas leyes que el gobierno envió al Congreso.
Además de lo recomendado por la presidenta, también resulta interesante ahondar en las propuestas de los grupos de poder económico. En la semana la Sociedad Rural (SRA) realizó una actividad donde sentó nuevamente su postura, al presentar «La Agenda del Campo», un informe donde se establecen diagnósticos y propuestas para los diversos sectores rurales. En el caso de los granos, se indica que «las propuestas en este sentido estuvieron orientadas a revertir el fuerte estancamiento que tiene la producción de granos desde 2007», un diagnóstico llamativo, dado que las campañas que finalizaron en 2011, 2013, 2014 y 2015 superaron a la de 2007, lográndose, sucesivamente, records históricos de producción granaria. Las propuestas de la SRA, tanto para este sector como para los restantes, son la eliminación de las retenciones y la «liberación» de las exportaciones, medidas que impactarían negativamente en el resto de los sectores económicos y en la población en general.
Si sumamos a los comentarios realizados las propuestas del Foro de Convergencia Empresarial, tratadas en nuestra anterior columna, cobra gran vigencia el discurso de Cristina, cuando solicitó a los que proponen cambios «que nos expliquen a todos los argentinos qué cambios quieren». Además, pidió a todos los hombres y mujeres de la patria «que cuidemos lo logrado, que nos ayuden a corregir los errores que sin lugar a dudas los hay, porque hemos trabajado mucho» para sostener luego que «este proceso de transformación de doce años debe ser profundizado, debe continuar». Ese es el gran desafío que se enfrenta, la profundización del proyecto político, económico, social y cultural implementado a partir de 2003.
Sí a la integración, no a la subordinación
Las presiones del establishment también son moneda corriente a escala regional y suelen exacerbarse en contextos en los cuales el ciclo de negocios presenta señales de adversidad.
En Brasil –y tal como se presuponía a partir del recambio de ministros con funcionarios de sesgo conservador que siguió a la reelección de Dilma Rousseff— el Senado acaba de aprobar un ajuste en las cuentas públicas que limitará, entre otras cuestiones, el acceso al seguro de desempleo y al pago de pensiones por fallecimiento. Es parte de un programa de ajuste más amplio que en total llegará a unos 23 mil millones de dólares –no se recortarán los fondos a planes como Bolsa de Familia—, y que va en línea con lo expresado por el Ministro de Hacienda, Joaquim Levy, respecto de que «el dinero público se acabó» y que se debe lograr «que la economía tenga vitalidad no sólo poniendo dinero público».
El recorte no hará más que agravar la situación de la economía –el gobierno de Brasil hizo pública su proyección del PIB para este año, con una contracción del 1,2%, superior al 0,9% que venía manejando— y los problemas del mercado laboral, con un desempleo que se ubicó en marzo en el 6,2%, el máximo en tres años.
Similares conclusiones pueden ser planteadas para el caso de Uruguay, cuyo ministro de Economía y Finanzas del nuevo gobierno, Danilo Astori, señaló que se analiza un ajuste fiscal para «reasignar gastos y realizar ahorros a lo largo y a lo ancho de todo el Estado», apuntando a reducir el actual déficit (3,5% del PIB) al 2,5% en 2019.
Persiguiendo la huella neoliberal, también en el plano de las relaciones internacionales estos dos países han dejado en claro sus deseos de alcanzar un acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, si es necesario haciéndolo de manera individual. El apuro sin dudas se vincula a las presiones de un sector poderoso del empresariado que opera en el sector primario con elevados estándares de productividad. Al respecto, la ministra de Agricultura de Brasil, Kátia Abreu, promotora del «agronegocio», aseveró que los brasileños «están absolutamente preparados para satisfacer la demanda de los consumidores europeos», exponiendo una visión que no sólo deja en un segundo plano las necesidades alimentarias domésticas, sino que también hace caso omiso de la verdadera amenaza de este tipo de acuerdos, que radica en los serios condicionantes que le imprimen al sector industrial. Esto ocurre, paradójicamente, en un contexto donde las potencias tratan de descargar en la periferia el peso del ajuste.
Las presiones por firmar cuanto antes este tipo de acuerdos de liberalización comercial también se explican a partir del avance y los riesgos que implicaría para los sectores concentrados quedar afuera de las negociaciones entre grandes bloques (UE-EE UU; EE UU-Pacífico), diseñados para preservar la hegemonía de la principal potencia, y no para mejorar las condiciones de vida en los países en desarrollo y emergentes. Con este panorama en mente, y a pocos días de que comience la próxima Cumbre entre la CELAC y la Unión Europea en Bruselas (10 y 11 de junio), no debe perderse de vista la imperiosa necesidad de seguir negociando de manera conjunta como bloque, y de evitar sucumbir a los argumentos de quienes interesadamente pugnan por reflotar, con otros nombres y modalidades, el espíritu del ALCA, derrotado en 2005 en la Cumbre de las Américas de Mar del Plata. Esa cumbre es un hito fundante del nuevo estilo de integración, pero podría perderse si no se vuelve a esas fuentes, y se deja de privilegiar la generación de empleo y la producción en los países involucrados. Cabe aquí recordar las palabras de Néstor Kirchner en dicha Cumbre -mencionadas por Cristina este 25 de Mayo- cuando expresó que en la integración regional y no en la subordinación está el futuro. «
Artículo publicado en el diario Tiempo Argentino el domingo 31 de Mayo de 2015