Hay que interpretar la cancelación total del Boden 2012 como el cierre simbólico de una etapa donde la crisis financiera fue el corolario de la crisis del modelo neoliberal, que intentó mantener la moneda nacional atada al dólar, con una liberalización financiera que elevó drásticamente el endeudamiento en divisas y una liberalización comercial que barrió con gran cantidad de industrias y llevó a la economía nacional a una situación recesiva, con altísimas cifras de desempleo y pobreza.
El corralito y luego el corralón fueron la coronación de la crisis neoliberal, cuya salida generó enormes costos financieros, un nuevo golpe devastador a la producción nacional (agropecuaria e industrial) y una brutal marginación social.
En su mensaje en la Bolsa de Comercio, Cristina Fernández de Kirchner reconoció que se están pagando deudas que venían de otras gestiones pero, sostuvo, “la continuidad del Estado es una sola”.
La cancelación total del Boden 2012, que se realizó en ocho pagos anuales iniciados en agosto de 2005, resultó posible gracias a la combinación de la exitosa reestructuración de la deuda argentina iniciada en 2005, la cancelación de la deuda con el FMI y una economía con alto crecimiento. Esa deuda pendiente del corralito devenido luego en corralón no se pagó con más deuda, sino que se utilizaron recursos genuinos para cancelar los compromisos, en el contexto de una decisión política de desendeudamiento, que permite una mayor independencia; una estrategia eficiente que fue y es fuertemente criticada por los analistas neoliberales.
En los diarios de estos días hemos podido leer a aquellos que proponen que la estrategia más eficiente hubiera sido pagar esa deuda con nuevo endeudamiento, ya que al evitarlo “se apura el ajuste para pagar a expensas del crecimiento” (Eduardo Levi Yeyati, Página/12, 03.08.12). Esta visión no tiene en cuenta que la deuda se canceló con reservas internacionales sin restar recursos fiscales a las políticas de fomento de la economía. No menciona, además, que el mayor endeudamiento es el que lleva a que el ajuste sea
inevitable, porque recorta la decisión soberana sobre la economía.
Otros han destacado que “el gobierno hace años está imposibilitado de tomar crédito a tasas razonables, ya que con un riesgo país récord pagaría tasas más altas que España o Italia” (La Nación 03.08.12). Muchos omiten que la Argentina viene pagando puntualmente sus vencimientos a partir del canje de deuda de 2005, y que el nivel de riesgo país no se condice con esta conducta, ni con la fortaleza de la economía. En realidad, tiene un fuerte espíritu sancionatorio que no perdona el exitoso canje voluntario de 2005 y el resto de las políticas aplicadas que fortalecen la intervención del Estado en la economía.
A diferencia de Europa, en la que se intenta pagar deuda con fuertes ajustes, en la Argentina fue la aplicación de un modelo de crecimiento con inclusión social, que generó riqueza en el país y mejoras significativas en la situación social, el que permitió cumplir con los pagos de deuda y a su vez, desendeudarse. Esta fortaleza del modelo estuvo en cuestión hacia fines de 2007, cuando la crisis financiera internacional derrumbó el precio de los bonos argentinos, y muchos auguraban un seguro default; en un encuentro con periodistas económicos por aquellos días, les comenté que la visión negativa existente no se condecía con los equilibrios macroeconómicos que estaban conservados, y que por ello creíamos que los precios de los bonos, especialmente el Boden 2012, habían caído a valores ilógicos, puesto que todo hacía suponer que se seguirían pagando; el tiempo nos dio la razón. Esa crisis internacional que se inició en 2007 continuó y se profundizó y, sin embargo, se cumplieron todos los pagos del Boden 2012 y de los otros títulos, porque, entre otras fortalezas, la política de desendeudamiento es un cortafuego a los efectos de la crisis internacional, pues nos hace cada vez menos dependientes de los flujos especulativos internacionales.
EL SOBREENDEUDAMIENTO EUROPEO. Si se desea caracterizar brevemente la situación europea, hay que hacer mención a los brutales ajustes que se están aplicando en todos los países, en especial en aquellos que han sido “rescatados” por la Unión Europea a causa de sus elevadas deudas soberanas o de las debilidades de sus bancos. Pero otra característica importante es la sobrerreacción de los mercados, con una volatilidad muy significativa, comportamiento que está desvinculado de la economía real, pero que la afecta porque condiciona a las autoridades de los países en problemas, ya que si sube la prima de riesgo, los países tienen dificultades para financiarse, mayor gasto por intereses, tienen que hacer recortes, y así sucesivamente. Este comportamiento, además de generar grandes ganancias especulativas, es funcional a la implementación de los planes de ajuste.
El jueves 26 de julio, el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, dijo que esta entidad «hará todo lo necesario para preservar el euro y, créanme, será suficiente”, unas palabras que provocaron de inmediato la euforia de los mercados. Estas manifestaciones no resuelven nada, son parte del juego de declaraciones que apuntan a darle aire a los inversores, aunque luego todo vuelve a la normalidad debido a que no se toman las medidas necesarias para atacar las causas de la crisis. Al jueves siguiente, el Consejo de Gobierno del BCE discutió una posible baja de la tasa de interés y se decidió que “no es el momento adecuado”, siguiendo con su lucha declarada contra una inflación que es ínfima. Se esperaba que el BCE interviniera en los mercados de deuda secundaria para bajar la prima de riesgo española y la italiana, pero el BCE expresó que la ayuda se brindaría a aquellos que la necesitaran, a través del fondo de rescate denominado Facilidad Europea de Estabilidad Financiera, que tiene la potestad de intervenir en los mercados de deuda primarios y secundarios, siempre sujeto a la aceptación de condicionalidades.
De esta forma, se dilatan las resoluciones, se resiente la soberanía de los países, se avanza en la destrucción de lo que quedaba del Estado de Bienestar europeo, y se sigue beneficiando a los bancos y especuladores que hacen pingües ganancias con los altísimos intereses que cobran por las deudas soberanas, pero no prestan a la producción ni al consumo para fomentar la alicaída economía europea.
En medio de esta difícil situación internacional, la cancelación del Boden 2012 adquiere una gran relevancia ideológica, puesto que muestra los resultados de un modelo de crecimiento con desendeudamiento y mejora de la situación social, comparado con las recetas del establishment que generan, en países ya altamente endeudados, un mayor endeudamiento por los déficits fiscales, que las políticas de ajuste no ayudan a resolver. Hay que tener en cuenta que estas ideas no se restringen a los países centrales, muchas de ellas las leemos o escuchamos de analistas y políticos argentinos, y ya sabemos a dónde nos llevarían.
Publicada en el diario Tiempo Argentino. Domingo 5 de agosto de 2012.