Mejorar la distribución del ingreso

Se debería avanzar en la reforma impositiva para quitar neoliberalismo y dar mayor equidad a la economía nacional, popular y solidaria, mejorando a través del reparto de los ingresos.

No resulta correcto proponer una modificación tributaria sin pensarla en el marco de una reforma fiscal profunda, que le otorgue una mayor progresividad al sistema impositivo, con un mayor peso de los tributos sobre ganancias, ingresos y activos, y un menor peso de los llamados impuestos indirectos, como el IVA y los impuestos internos. Se debería avanzar en la reforma impositiva para quitar neoliberalismo y dar mayor equidad a la economía nacional, popular y solidaria, mejorando a través de los tributos la distribución del ingreso.

De este modo, los reclamos recientes sobre el aumento del mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias y la universalización de las asignaciones familiares deben analizarse en el entorno amplio del sistema tributario, la realidad argentina actual y el proyecto político que la gestiona. El foco principal para tratar estos temas del trabajo es resolver los problemas de cerca del 40% de los trabajadores, asegurando trabajo digno para la totalidad de los asalariados, ya que todavía existe un 33% de trabajadores no registrados con bajos salarios, y reduciendo el desempleo que alcanza al 7% la población económicamente activa.

No es una tarea fácil, requiere la formulación de políticas para que las pymes puedan regularizar a todos sus trabajadores, y se reduzca el trabajo no registrado, que en muchos casos se encuentra camuflado bajo el velo de contratos de prestación de servicios. Este es un enfoque que hace a la mejora de una gran cantidad de trabajadores, precisamente aquellos para los que el Impuesto a las Ganancias es algo desconocido e intangible. Por suerte para los trabajadores no registrados, así como para los desempleados, dejó de ser desconocido el concepto de asignación familiar, gracias a la implementación de la Asignación Universal por Hijo para Protección Social (Decreto 1602/09), un instrumento redistribuidor que mejora además el acceso a la salud y a la educación.

Proponer otorgar asignaciones familiares a los trabajadores de altos ingresos que no las necesitan es malgastar los fondos públicos que podrían tener una mayor efectividad social dedicados a los sectores más desprotegidos. Es atendible que se actualice el tope para las asignaciones familiares, ya que en la actualidad sólo los salarios inferiores o iguales a los $ 2800 reciben la plenitud de la asignación familiar, pero también es necesario incrementar el monto de la AUH. Sería audaz, pero no ilógico, sostener que el monto de la asignación universal para los desocupados y los trabajadores no registrados debería ser más alto que el que reciben los trabajadores registrados, que tienen además otros beneficios.

Estos días recrudecieron los reclamos para el aumento del mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias. En el tratamiento de este tema creo que es conveniente distinguir entre un abordaje teórico, otro práctico o empírico y uno político. El Impuesto a las Ganancias es por definición un tributo progresivo, porque está vinculado a la capacidad contributiva y porque a mayor ingreso es mayor la tasa que se tributa. Escuchamos decir que el salario no es ganancia, y esa es una definición coherente. Pero lo que se discute son los ingresos del trabajo personal como así también la existencia de mínimos no imponibles. Resulta una cuestión fundamental de equidad distributiva que los trabajadores de altos salarios contribuyan con la sociedad a través del pago de alícuotas adecuadas. Además de un legítimo aporte al Estado, es también un concepto de solidaridad social. La no actualización de las escalas del Impuesto a las Ganancias desde el año 2000 ha producido un achatamiento de las mismas, que lleva a que una gran mayoría de los aportantes alcancen rápidamente las tasas más altas; de esa forma, un jefe puede llegar a pagar la misma tasa máxima que el hombre o la mujer más ricos del país.

Esta falta de actualización de las escalas se combina con una demora en la actualización del mínimo no imponible. De esta forma, asalariados que no estaban habituados a pagar Ganancias, comienzan a ser sujetos del impuesto. Los tramos de tasas del Impuesto a las Ganancias son como los escalones de una escalera. A mayor ganancia, se avanzan más escalones; son siete escalones que van del 9 al 35 por ciento. Así, quien tenga un ingreso imponible anual de $ 15 mil, pagará el 9% sobre los primeros $ 10 mil, y el 14% por los siguientes $ 5000. Evaluemos a un individuo soltero que tiene una ganancia sujeta a impuesto del doble del mínimo no imponible y no realiza otro tipo de deducciones. Mientras que en el año 2000 llegaba hasta el segundo escalón (14%), hoy llega al quinto (27%).

Si tomamos datos del Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (CIFRA), en la actualidad un sueldo neto de $ 10 mil mensual (deducidas cargas previsionales y pagos a obra social) paga por Impuesto a las Ganancias un equivalente a sueldo anual ($ 9911), mientras que en 2008, un sueldo neto que permitía adquirir los mismos bienes, pagaba un impuesto equivalente a medio sueldo. Es evidente que el impuesto recae con mayor peso sobre los tramos de tributación más bajos, que el que teóricamente sería deseable.

Vayamos ahora al enfoque empírico: el 81% de los trabajadores registrados no paga Impuesto a las Ganancias; este dato indica que el impuesto está teniendo alta progresividad, puesto que recae sobre el 19% restante, que recibe el 49% de los ingresos por salarios registrados. Por ejemplo, un empleado soltero que gane unos $ 12 mil brutos al mes, el doble del promedio salarial para todos los registrados en marzo de este año, estaría pagando un 8% de impuesto anual. Este 8% está muy lejos de ser confiscatorio como expresaron algunos importantes dirigentes y analistas, aunque se come un sueldo por año.
Creo que hay que actualizar el mínimo no imponible, y en ese convencimiento he acompañado un proyecto de ley que establecía que el mínimo no imponible debería adecuarse anualmente de acuerdo a un índice de incremento de salarios. También habría que discutir si correspondería deducir hasta un determinado monto de alquiler de la vivienda familiar. De la misma forma, sería interesante reformular la escala existente en la actualidad por una más progresiva, cuyo impacto sea exponencial en las altas rentas. El enfoque político de este tema es esencial para dilucidar las cuestiones que están en debate, puesto que atendibles reclamos de los trabajadores pueden quedar asociados a una inequidad en la distribución del ingreso, en especial al otorgar asignaciones familiares a trabajadores de altos salarios.

No se puede analizar el tema tributario sobre los ingresos laborales sin considerar el entorno, un modelo que en los últimos años defendió sostenidamente el valor del salario y ha llevado a la más alta participación de los salarios en el Ingreso Nacional en las últimas décadas. La variable que fue más debilitada por la dictadura y el neoliberalismo es la que más se ha recuperado desde 2003. El poder adquisitivo de gran parte de los salarios es hoy elevado. Por supuesto que aún falta mucho, hay que seguir mejorando el nivel de salario real, avanzar en la mejora en la distribución del ingreso, reducir significativamente el trabajo no registrado, y seguir reduciendo el desempleo, para llegar finalmente a un nivel de pobreza cero, como lo definió Cristina Kirchner y nosotros lo hemos venido sosteniendo desde siempre. Para que esto sea posible, el Estado debe tener un sistema impositivo progresivo, que genere los suficientes recursos para aplicarlos al desarrollo y a la mejora de las condiciones sociales.

Hay que tener mucho cuidado, porque los cultores del Estado mínimo y de la reducción de los impuestos a las grandes fortunas están agazapados, y apañados por la onda neoliberal que recorre los países centrales.

Publicado el domingo 1 de julio en el diario Tiempo Argentino.

Scroll al inicio