Me gusta pensar que recuperamos algo que habíamos perdido, aquello que simbolizaba a la Argentina del desarrollo y la industria: nuestra empresa estatal petrolera.
Yo he sido profundamente crítico de todo el proceso privatizador porque las privatizaciones lo que verdaderamente clamaban era un cambio de objeto social. Por ejemplo, Obras Sanitarias de la Nación fue creada para proveer de agua potable a la población, pero su transformación en Aguas Argentinas la convirtió en una empresa que buscaba ganar dinero vendiéndole agua a la población. Ese cambio tiene una magnitud tal que rediseña todo escenario. Cuando se busca la maximización de la rentabilidad, el diseño de los productos irá en esa dirección, entonces en este caso particular, se buscará venderle agua a los que puedan pagar más caro y no darle agua a los carenciados que no pueden pagarla.
Por eso, es fundamental que recuperemos el objetivo social de YPF en el marco de lo que dice el artículo 1º de la ahora Ley: “Declárase de interés público nacional y como objetivo prioritario de la República Argentina el logro del autoabastecimiento de hidrocarburos, así como la exploración, explotación, industrialización, transporte y comercialización a fin de garantizar el desarrollo económico con equidad social, la creación de empleo, el incremento de la competitividad de los distintos sectores económicos, y el crecimiento equitativo y sustentable de las provincias y regiones”, algo que es según mi punto de vista una actuación en función de un proyecto y un modelo de país.
También están aquellos que critican argumentando que no hay dinero disponible para explorar. En primer lugar creo que Repsol tuvo una política de vaciamiento, porque no sólo se llevó alrededor de 14.000 millones de dólares que bien pudo haber destinado a las tareas de exploración, sino que en su lugar los destinó a comprar y desarrollar su negocio en un montón de países. En realidad YPF fue el proveedor de recursos financieros para una empresa que se expandió en el mundo gracias a lo que se llevó de nuestro país.
En este contexto podemos decir, como primera conclusión, que tal vez sea probable que estemos en una etapa donde la empresa haya quedado sin recursos, vaciada y endeudada. De todos modos no creo que vayamos a tener dificultades teniendo en cuenta la alta rentabilidad de la empresa. Al contrario, tengo la preocupación inversa, y esto es que en la búsqueda de inversores no se tenga en cuenta toda la historia. Me refiero a los grandes jugadores, aquellos que hacen guerras o voltean gobiernos.
A mí me encantaría que el planteo fuera, por ejemplo, el de una integración con las grandes petroleras de la región que también son estatales, como PDVSA o Petrobras. Alguna vez se habló de conformar una suerte de holding de los estados a través de esa integración, cosa que no era posible porque Argentina no tenía esa empresa estatal petrolera. Es por eso que me pregunto: ¿no habrá llegado el momento de soñar con un proceso de integración en el marco de la UNASUR y crear un gran consorcio?