La semana pasada se conoció la noticia de que el Fondo Monetario Internacional está preocupado por el futuro de los sistemas de pensiones. Según dice en su Informe de Estabilidad Financiera Global, existe el “riesgo” de que la gente viva más de lo esperado. Es decir, un avance notable de la sociedad, que es el aumento en el promedio de los años de vida de la gente, es para el FMI como un riesgo.
Lo que hace el FMI en el informe, es un análisis estrictamente financiero de la cuestión. La cuenta que saca es que si la gente vivirá más años, habrá que pagarles la jubilación durante más tiempo engrosando el gasto público. Esto marca la ideología del Fondo, porque en definitiva no hace más que justificar la necesidad de ajustes brutales, severos e inhumanos, que plantean bajo el “necesario” equilibrio de la economía.
Está claro que el FMI ratifica algo que vengo diciendo hasta aburrirme, y es que ellos siguen pensando en el estado mínimo. De esta manera, la solución que plantean es: aumento de la edad laboral, si la gente va a vivir más que trabaje más; aumento de los aportes de los trabajadores, si van a vivir más que paguen más; y disminución las jubilaciones.
Pongamos un ejemplo claro, si para el 2050 el promedio de vida aumentara tres años más de lo previsto, el costo del envejecimiento aumentaría un 50% en las economías avanzadas respecto a las actuales. Ahora, yo me pregunto: ya que estamos hablando de acá a 30 o 40 años, ¿no sería mejor planificar y prepararnos a ver cómo abordamos estos costos con políticas sociales, mejorando el empleo, mejorando la inclusión social, generando una cantidad de cuestiones que son mucho más racionales y humanas? ¿No sería tanto más productivo pensar que el crecimiento, el desarrollo y la extensión de la vida son una virtud y no un castigo?