Hace unos días se conocieron datos de la OIT que dicen que este año el mundo alcanzará la cifra de 200 millones de personas sin trabajo, es decir, 27 millones más que antes del estallido de la crisis financiera. Para sumarle a esta situación, el mismo documento dice que entre el 2000 y el 2009 en el 83% de los países se registró un incremento de las ganancias en relación al producto bruto interno. ¿Qué quiere decir eso? Que la renta del capital aumentó su participación mientras que la remuneración al trabajo la disminuyó.
Estos son datos que no se pueden ignorar porque nos dicen dónde está el lado débil y quiénes son los que pagan finalmente las políticas de ajustes. Y esto es tan brutal que lleva a que en Davos, donde los referentes de las grandes corporaciones se reúnen anualmente, se diga sin ningún tapujo que el capitalismo ha ampliado la desigualdad social y empeorado las cosas, pero que sin embargo «no hay otra cosa mejor que el capitalismo y que no queda otra solución”.
Y es en este contexto donde suceden cosas aún más graves, como lo que dijo en Berlin Christine Lagarde, directora del FMI: «Podemos deslizarnos fácilmente a una situación como la de 1930, donde la confianza y la cooperación colapsaron y los países se encerraron en sí mismos. En último término una situación que lleve a una espiral descendente que podría consumir al mundo entero. Se trata de evitar una situación como la del 30′ en la cual la inacción, el aislamiento y la rigidez ideológica se combinaron para causar un colapso en la demanda global«. Ahora, ¿cuál es la solución para esa supuesta inacción, rigidez ideológica, colapso de confianza, etc. para Lagarde? Lo dijo al final de su intervención: «El mundo necesita hoy un fuerte rol de liderazgo por parte de Alemania y es Alemania la principal interesada en jugar ese rol». Lo único que queda por decir frente a esto, es que ya escuchamos ese discurso y que fue dramático para la humanidad.
Si a esto le sumamos que Angela Merkel dice que es necesario avanzar en una mayor coordinación recíproca de las políticas cediendo gradualmente más competencia a Europa, la situación empeora. Porque lo que está pidiendo la canciller alemana es una entrega de la soberanía, aceptar que la comunidad europea dirigida por Alemania tenga clara injerencia en las políticas internas de los países miembros de la comunidad. «Una integración más profunda implica que por ejemplo el Tribunal de Justicia de la Unión Europea tenga la obligación de controlar los presupuestos nacionales, entre otras muchas cosas«, dice Merkel en clara alusión a un pensamiento neoliberal que sigue liderando los principales países de Europa.