El año 2011 ha sido un año prolífico para los avances en la integración latinoamericana, un proceso que podemos calificar como una integración del nuevo tipo, que va mucho más allá de los acuerdos en materia comercial, para extenderse a las cuestiones estratégicas de la integración, a la importancia política de la misma y a definiciones históricas e ideológicas profundas.
Para justificar esta proposición, nada mejor que mencionar algunas declaraciones de la recientemente creada Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en los primeros días de diciembre último, contenidas en la Declaración de Caracas que tiene un título por demás sugerente: “En el Bicentenario de la Lucha por la Independencia Hacia el Camino de Nuestros Libertadores”.
Las jefas y los jefes de Estado declaran estar “inspirados en la obra de los Libertadores, y asumiendo plenamente su legado como acervo fundacional de nuestra Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños constituir la CELAC” como así también reconocen actuar “inspirados en el Congreso Anfictiónico de Panamá de 1826, (convocado por Simón Bolívar), acto fundamental de la doctrina de la unidad latinoamericana y caribeña, en el que nuestras jóvenes naciones soberanas plantearon la discusión de los destinos de la paz, el desarrollo y la transformación social del continente”.
Para terminar con una conclusión que no puede pasar inadvertida, afirman que “la región se encuentra hoy en condiciones de abordar, por la experiencia y la madurez adquiridas, el desafío de la unidad e integración de América Latina y el Caribe”.
También se hace mención a la importancia de los aportes morales, políticos, económicos, espirituales y culturales de los pueblos indígenas y afrodescendientes en las luchas independentistas, y en la conformación de nuestras identidades y Naciones. El nuevo estilo de integración no se agota en la inspiración de nuestros libertadores, sino que, a partir de ello, avanza en definiciones esenciales sobre los objetivos de la integración económica, para lo cual se elaboró un Comunicado Especial sobre el Compromiso para la Inclusión Social, en el cual las jefas y los jefes de Estado están “convencidos de que la transformación del Estado y el desarrollo en nuestros países es una tarea histórica que requiere mecanismos y políticas sociales que permitan superar la desigualdad y alcanzar una auténtica inclusión social, que se refleje en una mejora sustantiva en las condiciones de vida de nuestros ciudadanos y asegure igualdad de oportunidades y el ejercicio de una ciudadanía plena”.
En ese sentido, reconocen que «la inclusión social es un elemento fundamental del desarrollo, de la democracia, y de la construcción de una nueva relación entre el Estado y la Sociedad basada en la confianza de los ciudadanos y en un Estado al servicio de todos, en particular de los más desfavorecidos”.
Esto los lleva a “diseñar políticas públicas orientadas a alcanzar resultados concretos que se traduzcan en mejoras significativas en la calidad de vida para nuestros pueblos, como serán la erradicación de la pobreza, en especial de la pobreza extrema, el acceso a un empleo digno que mejore sosteniblemente los ingresos de la población y la reducción de las brechas de acceso y calidad de los servicios sociales básicos, en particular los de salud y educación”.
Quizá parezca excesiva la utilización de citas textuales, pero tratándose de párrafos que expresan la voluntad de los 33 mandatarios que participaron de la Cumbre, tiene un alto valor ideológico y convierte cualquier comentario sobre el tema en redundante.
No obstante, cabe expresar la alegría y el regocijo que generan estas definiciones a los que siempre hemos bregado por la unidad latinoamericana; ratifica también la justeza de la línea política de quienes hemos decidido apoyar fervientemente la orientación de la política exterior, tanto del gobierno de Néstor Kirchner como el de Cristina Fernández.
Los avances en la integración realizados este año tienen un denominador común, además de los ya enunciados, que es la férrea decisión de enfrentar en forma conjunta y coordinada los efectos de la crisis de los países centrales.
De allí que la reunión de la CELAC estuvo también alcanzada por este tema, dado que el Documento de Caracas expresa la atención de los mandatarios a los desafíos que la crisis económica y financiera internacional presentan al futuro de la región y a las legítimas aspiraciones de inclusión social, crecimiento con equidad, desarrollo sustentable e integración.
Estas preocupaciones no pueden desvincularse del importante acontecimiento que es la creación del Consejo Suramericano de Economía y Finanzas de la Unasur, en la reunión de Lima del 28 de julio de 2011. Este consejo, que se constituyó en Buenos Aires, intenta enfrentar los efectos de la profundización de la crisis en algunos países centrales con varias medidas, como impulsar la posibilidad de expansión del Fondo Latinoamericano de Reservas (FLAR); fomentar el uso de monedas de la región para cursar las transacciones comerciales intrarregionales que sirvan de incentivo para profundizar los procesos de integración; acelerar el lanzamiento del Banco del Sur y asumir el compromiso de fortalecer a la Corporación Andina de Fomento (CAF); incentivar el comercio intrarregional, adoptando las medidas que sean necesarias, para incrementar los flujos comerciales, y que resulte mutuamente beneficioso, considerando las asimetrías existentes entre los países, que confluya hacia la complementación socio-productiva, sobre las bases de la cooperación, aprovechamiento de las capacidades y potencialidades existentes en la región, así como en el uso sustentable de los recursos naturales y la generación de empleos.
Son salidas que, aprovechando las fortalezas económicas y políticas que ha exhibido la región en la última década, promueven el afianzamiento de la integración económica, productiva, comercial y financiera entre los países, con un enfoque totalmente opuesto al paradigma neoliberal del ajuste y la valorización financiera que impera en los países centrales.
Durante 2011, la Argentina y Uruguay aprobaron el Convenio constitutivo del Banco del Sur, sumándose a Brasil, Bolivia, Ecuador, Paraguay y Venezuela, lo que permite que el mismo quede formalmente creado y pueda comenzar a funcionar. Este banco ayudará a fortalecer la integración regional mediante la creación de una nueva institución común, que tiene como objeto servir al financiamiento del desarrollo de los países de la Unasur y a la reducción de las asimetrías. En un contexto histórico signado por la decadencia de las instituciones heredadas de Bretton Woods, el Banco del Sur permitirá que la región se dote de nuevas y necesarias instituciones signadas por otras lógicas que las tradicionales centro-periferia propias del FMI, el Banco Mundial o el BID.
Más recientemente, se realizó una nueva reunión del Consejo del Mercado Común del MERCOSUR en Uruguay, en la cual la Argentina tomó la presidencia pro tempore, acto en el cual la presidenta Cristina Fernández de Kirchner expresó que “hay que superar el criterio de vernos solamente desde un punto de vista comercial, sin perder de vista que (el comercio) es un importantísimo instrumento”. Alertó sobre la elevada extranjerización de la economía de AlyC, y observó que “lo que antes se iba por intereses de la deuda hoy se va por remesas de utilidades, sin reinversión”, e instó a promover regionalmente un proceso de sustitución de importaciones, y también destacó la importancia del ingreso de Venezuela al Bloque para cerrar la ecuación energética de la región.
En esta cumbre del MERCOSUR, se tomaron medidas importantes, entre ellas la creación de un grupo de trabajo ad hoc para la incorporación de la República del Ecuador como Estado parte. También se adoptó la decisión de elevar, de forma transitoria, las alícuotas del impuesto de importación para 100 posiciones arancelarias por cada país, por encima del Arancel Externo Común (AEC) para las importaciones originarias de extrazona, sin superar el máximo estipulado con la OMC. De esa forma, se crea una barrera de protección a las importaciones extrazona en momentos en que los países que no les pueden vender a las naciones centrales tienen una agresiva política de colocación de sus excedentes en el continente.
En definitiva, son todas acciones resultado del mismo impulso integrador que se inició con la asunción de gobiernos populares en nuestro continente, y cuyo hito inicial puede asociarse con el No al Alca producido en la Cumbre de Las Américas de Mar del Plata en noviembre de 2005, proceso que se ha ido profundizando hasta llegar a las importantes definiciones de espíritu latinoamericanista e independentista que dieron origen a la CELAC.
Esta nota fue publicada en la Revista Debate el 06.01.2012