En octubre se profundizará el proceso iniciado en 2003, o se retrocederá hacia un nuevo horizonte conservador neoliberal.
Las distintas expresiones de la oposición, en plena campaña, muestran programas económicos idílicos en los que resolverán temas acuciantes como la pobreza o la inflación, con medidas que se asemejan más al realismo mágico que a los comportamientos efectivos de las variables de la economía. Todos hablan de crecimiento con desarrollo social, aunque históricamente muchos de ellos han sido gestores de las medidas que concentraron la economía y generaron formidables ganancias físicas y financieras a los grandes grupos económicos, en desmedro de las mayorías populares y aun de la clase media.
Hablan de reducir la pobreza, pero no de mejorar la participación de los salarios en la renta nacional, la única variable que asegura, junto con políticas de empleo adecuadas, que se salga con dignidad de la pobreza a través del trabajo. El comunicado de prensa de la última reunión de grandes empresarios, el denominado G6, expresa “la necesidad de que los diferentes candidatos y partidos realicen propuestas y planteen posiciones claras con respecto a las políticas públicas que se comprometen a implementar si son elegidos, en materia económica y de inversión, infraestructura, educación, salud y vivienda, con el fin de promover el desarrollo económico y la equidad social”.
Los grandes empresarios dan por sentado, en esta aseveración, que todos los candidatos tienen intención de promover el desarrollo económico con equidad social. Incluso, los que se quieren acercar al FMI y aplicar políticas de enfriamiento, y rebajar las retenciones, entre otras cuestiones. Según el G6, con esas medidas se va a lograr equidad social, lo cual es una gran falacia. Es una muestra del mensaje edulcorado que envían, obviando el gran proceso de desarrollo que se produjo desde 2003, ocultando los verdaderos costos de las medidas que impulsan, obstruyendo el proceso de “desarrollo con equidad”.
Lo antedicho tiene reflejo también en las recientes declaraciones de Biolcati en el inicio de la muestra de ganadería, cuando expresó con todas las letras: “Queremos otro modelo”. Además, agregó que “es hora de terminar con las políticas que frenan el crecimiento”, y criticó “el desierto verde de soja con ganancias para pocos y caja fácil para el Estado”.
Hablar de políticas que frenan el crecimiento cuando estamos viviendo un período histórico -excepcional por los niveles y duración de ese crecimiento económico- parecería anacrónico, pero no lo es. Las políticas que, para Biolcati, frenan el crecimiento son los subsidios a las pequeñas y medianas explotaciones, las cuotas de exportación y las retenciones, que por otro lado ponen un límite al “desierto verde de soja” del que se queja amargamente el empresario ruralista.
Ampliando el abanico de muestras del deseo de otro modelo, pueden citarse las ásperas declaraciones de Alfonso Prat Gay, criticando la estatización de las AFJP (El Cronista Comercial, 29.06.11). En plena campaña, Javier González Fraga nos promete un futuro ideal. Pero, ¿cuál es el basamento de sus ideas económicas? Una aproximación al mismo, más allá de los libros que ha escrito sobre el tema, la da un reciente reportaje de la revista Informe Asegurador en el cual, al referirse a las dificultades para reemplazar el modelo de la convertibilidad, expresa que “aunque tuvieron economistas brillantes en el equipo de De la Rúa -Llach, Machinea, López Murphy, Rodríguez Giavarini, Santibañez- no lo pudieron arreglar”. Más allá de la cualidad de los profesionales citados, son todos amplios adherentes y defensores de las teorías ortodoxas o neoliberales, más precisamente, las que se aplicaron en los noventa.
Es ésta la base de los programas de las principales fuerzas de la oposición. Aunque no lo dicen explícitamente, quieren volver al Estado que sólo garantizaba la ganancia de los grandes grupos, en especial de los financieros. Impugnan la intervención del Estado en la fijación de retenciones o de cupos exportables o importables, y en el manejo de los fondos de pensión, una fuente de recursos altamente codiciada por los capitales financieros para efectuar sus negocios especulativos con el dinero de los trabajadores. Ni hablar de las furibundas críticas a la reestatización de Aerolíneas Argentinas.
La aplicación de esas políticas, implícitas en las propuestas de los candidatos opositores con mayor caudal de votos, desactivará este modelo que apunta a la industrialización, a la reducción de la primarización, y al desarrollo científico tecnológico. Al cabo, políticas que no se han aplicado nunca desde la imposición del modelo neoliberal por parte de la dictadura genocida de 1976.
Debe quedar claro que las retenciones a los granos, especialmente a la soja, tienen como principal objetivo atemperar el fuerte desequilibrio entre la rentabilidad de las actividades primarias y las industriales, producto del fuerte aumento de los precios de las materias primas. Retenciones que no han impedido que el país tenga cosechas que marcaron récords históricos, por precios y cantidades, y que, no obstante, contribuyeron, junto con otras medidas, a reducir la primarización de la estructura productiva argentina. Si comparamos a la Argentina con América Latina, la participación de los productos primarios en las exportaciones fue para nuestro país del 65 por ciento del total en 2010, mientras que en la región ascendieron al 53 por ciento del total. Pero, comparado con 2003, mientras en la región ese porcentaje de primarización creció en 8,6 puntos porcentuales, en la Argentina se redujo en 9 puntos porcentuales, según datos de la Cepal. Si bien la economía local se encuentra altamente primarizada, como lo muestran los datos, se ha avanzado en la paulatina reducción de dicha característica, a través de un significativo aumento de las exportaciones industriales.
El nacimiento de la primera vaca clonada transgénica para producir leche maternizada, la construcción del satélite argentino Aquarius -que generará datos estratégicos para los cultivos y el medio ambiente-, el sistema de radarización que se está implementando, entre otros, son todos proyectos realizados en la Argentina con técnicos, científicos y conocimiento argentino, fruto de una política estatal específica de desarrollo de la ciencia y tecnología, que se impulsó a través de la creación del ministerio de ese área.
La decisión de elaborar planes estratégicos para la industria y el sector primario, con la participación de empresarios, trabajadores y científicos, es un hito que caracteriza a este modelo y que resulta inédito para los últimos 35 años de nuestro país. Respecto del Plan Estratégico Industrial 2020 se han definido 10 foros de análisis de sectores productivos, con el objetivo de realizar un debate participativo y federal sobre las políticas industriales para los próximos diez años. El desarrollo de estos foros ha permitido observar la fuerte creación de empleo y de producción que se ha dado en los últimos años, y proyectar hacia los próximos diez.
En la misma orientación se encuadra el Plan Estratégico Agropecuario 2010-2016, que está compuesto por un conjunto de proyecciones y políticas que abarcan todas las cadenas productivas del país y que, según los especialistas del INTA, la clave para su éxito será el mayor valor agregado para las producciones primarias. El mismo se complementa con el lanzamiento del Plan Estratégico Agroalimentario 2016-2020, que contempla cumplir, en 10 años, las metas que la FAO fijó para los próximos 40 años; es decir, un incremento en la producción agropecuaria del 70 por ciento.
Esta planificación se orienta a generar un país más industrializado en el mediano plazo, con metas específicas y sustentado por organismos que desde distintos planos combinan las mejores estrategias para llevar a cabo los objetivos. En este enfoque también debe mencionarse la gran cantidad de convenios de cooperación tecnológica, científica y productiva firmados con los países del Unasur y con Cuba, que expanden las posibilidades productivas de nuestro país, y solidifican los lazos con la región, aprovechando sus riquezas y la impronta emancipatoria que se ha instalado en el continente en estos últimos años.
Sin embargo, escuchamos que la oposición repite incansablemente que la Argentina está aislada del mundo, cuando nunca antes el país tuvo un protagonismo internacional tan fuerte. Esa etiqueta de aislamiento indica un absoluto rechazo a la inserción latinoamericana de la Argentina y a la construcción de políticas soberanas en la región. Aquellos que hablan del aislamiento desean volver a las relaciones carnales con EE.UU. Ésta es también la parte del modelo que quieren destruir.
Estas cuestiones se disputan en octubre, cuando se dirime el destino de la Argentina: se profundiza el proceso iniciado en 2003, manteniendo los aspectos positivos y resolviendo las cuestiones pendientes, o se obtura y retrocede hacia un nuevo horizonte conservador neoliberal.
Esta nota fue publicada en la Revista Debate el día 06.08.2011