El 2010, a nivel macro, fue un año de grandes logros: el país creció entre 8,5% y 9%, hubo exportaciones record de soja, exportaciones record de maíz, record en producción automotriz, y la producción de acero también fue un sector que creció muchísimo.
Los empresarios deberían cerrar el año aplaudiendo, porque lo cierto es que han ganado dinero como hacía mucho no ganaban. En las grandes empresas, las que cotizan en bolsa, las ganancias del primer semestre duplicaron las del año anterior.
En una nota anterior explicaba por qué la puja distributiva es el desafío de este siglo, así como lo es para el modelo de país que tenemos desde el 2003. Si el gobierno quiere profundizar el modelo va a tener que empezar a pensar qué parte del crecimiento va a parar a manos de los trabajadores y qué parte se lleva el capital.
Lo cierto es que el intervencionismo estatal sólo es bienvenido cuando a las empresas les conviene, es decir, en épocas de crisis. Cuando luego del 2001 se aplicó el Programa de Recuperación Productiva en el que el Estado aporta $600 por cada trabajador de las empresas adheridas, este tipo de intervencionismo lo ven fantástico. Pero cuando el Estado trata de hacer más equitativo el reparto de los beneficios, el intervencionismo es aberrante.
La esencia del debate está en que los empresarios quieren quedarse con la mayor parte y verdaderamente no muestran avances en la negociación. En este sentido, un pacto social pareciera ser una buena propuesta, siempre y cuando se ponga un límite a la suba de precios, se establezca la gradualidad en la que se mejore el salario real y se mejore el pleno empleo y la plena inclusión social.
Hay tres posibilidades de cómo puede dirimirse la puja distributiva: seguir como estamos hasta ahora, con la puja controlada sin grandes alteraciones en la distribución del ingreso; profundizar el modelo mejorando la distribución del ingreso; o retroceder, aceptando que la balanza de la puja se vaya hacia el capital concentrado y yendo en contra de las conquistas sociales adquiridas.
Vamos rumbo a un 2011 de gran importancia que va a estar signado por lo electoral. Si bien las elecciones no van a tener impacto en la marcha de la economía, sí lo tendrán en cuestiones políticas. Es que la elección del 2011 será decisiva en el rumbo de la Argentina, la cuestión estará entre profundizar el modelo o comenzar a retroceder.