Lo que suceda en el futuro inmediato en la región y en nuestro país expresarán un nuevo momento en la disputa fundamental de esta etapa histórica: si nuestra América podrá consolidar o no un proyecto colectivo emancipatorio, con capacidad de construir un destino común sin los tutelajes y sometimientos padecidos, casi sin interrupción, desde nuestra primera independencia.
Sin soslayar las particularidades de cada país, podríamos aseverar que existe un común denominador, que consiste en lo imperativo de remover los cimientos que el neoliberalismo instituyó, y rediseñar la organización económica, política y social con un profundo cambio de sentido. Si durante un gran período histórico nuestros países fueron modelados al servicio de los grandes poderes concentrados, tanto locales como trasnacionales, el verdadero cambio radica en reconfigurar lo que sea necesario en interés de los pueblos y de su bienestar. Emir Sader, en 2007, en el sexto Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS), en Guadalajara, vaticinó que por un tiempo se produciría una “gran turbulencia como consecuencia del agotamiento del modelo neoliberal, y precisó que el “combate al neoliberalismo implica hacerle frente a tres grandes monopolios que articulan en la actualidad el poder mundial: las armas, el dinero y la palabra”.
Vale citar algunos párrafos de la Declaración Final del Foro de San Pablo, realizado recientemente en nuestro país: “Los cambios en nuestra región tienen como telón de fondo la crisis del capitalismo neoliberal y el deterioro de la hegemonía estadounidense. La crisis del capitalismo es profunda y aún no está superada. Como resultado de esto, pero también de nuestra labor, el Estado, los intereses nacionales, la solidaridad, la integración regional y el socialismo se fortalecen como alternativas de las sociedades frente a los descalabros del modelo de sociedad de mercado. Al mismo tiempo, el multilateralismo y la multipolaridad se van fortaleciendo como alternativas al unilateralismo imperial. Entre estos cambios, destácase el accionar de los gobiernos de izquierda y progresistas que, desde 1998, estamos edificando más democracia y más calidad de vida para las mayorías populares antes excluidas, así como estamos construyendo más soberanía nacional e integración continental entre países que antes estaban sometidos aisladamente a las amenazas del imperio”.
Disputas y turbulencias
El proceso abierto en nuestro país, en 2003, y las tensiones y conflictividades acaecidas y por emerger, no puede caracterizarse sin este gran telón de fondo regional y global.
Este enfoque supone reconocer líneas axiales de acción política que cobran sustantiva importancia para consolidar todo lo que se ha realizado en forma correcta, modificar y superar los errores cometidos y avanzar en la profundización del nuevo modelo. La madre de todas las batallas es la superación de la herencia neoliberal. Esto supone fortalecer el rol del Estado en el manejo de la macroeconomía, de las políticas públicas y sociales, profundizando la lucha por la redistribución de la riqueza y la erradicación de la indigencia y la pobreza.
Se trata también, por su valor regenerativo de la dignidad y la conciencia social, de preservar la política de Derechos Humanos y sus atributos centrales: verdad, memoria y justicia sobre los crímenes genocidas, y la no represión de las protestas sociales.
A pesar de la contraofensiva de las derechas, bien marcadas en el conflicto con los grupos de poder agropecuarios y mediáticos y los resultados electorales desfavorables de junio de 2009, la nacionalización de Aerolíneas, la estatización de los fondos provisionales, y los aumentos regulares a los jubilados, la democratización del fútbol en televisión, la Asignación Universal por Hijo y la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, son muestras de avances que compartimos.
Somos partidarios de avanzar en el rumbo emprendido con más profundidad, más rapidez, de modo más extenso, pero lo cierto es que estas políticas enumeradas arriba desataron fuertes oposiciones que resisten el desmonte del neoliberalismo en nuestro país.
Y, por otro lado, podemos interpretar que algunas de las fuerzas que sostienen el proyecto oficial, por sus antecedentes, no se presentan como garantía suficiente para la profundización del nuevo modelo que aspiramos construir.
La batalla fundamental es, sin dudas, la superación de la herencia neoliberal-conservadora, e impedir cualquier posibilidad de restauración.
Esta batalla se despliega en forma multidimensional, compete a lo económico-social, a lo político institucional y a lo ético-cultural.
Señalamos nuestras coincidencias con el oficialismo y también discrepancias. Y desde esta perspectiva elegimos la autonomía como el perfil adecuado para contribuir a apuntalar aquellas decisiones que abran caminos hacia una democracia más protagónica y participativa, y también, criticar las prácticas que las hacen vulnerables.
En este marco estamos abocados a la construcción de una fuerza política que, recuperando las múltiples tradiciones populares y desde la celebración de lo diverso, se dispone a avanzar en un proyecto común que incida eficazmente en la trasformación emancipadora de nuestra patria. En este sentido, aspiramos a desarrollar un espacio unitario, plural y diverso para confrontar con lo antagónico.
En la cámara
Esta disputa entre dos proyectos antagónicos tiene su reflejo en el escenario parlamentario.
En consonancia con nuestra perspectiva programática, generamos iniciativas orientadas al desarrollo de un modelo económico y social que erradique la pobreza y la indigencia y alcance niveles de equidad social. En este marco, el proyecto de ley de servicios financieros para el desarrollo económico y social constituye un aporte para desarticular el legado neoliberal-conservador que tiene, entre otras expresiones, la todavía vigente Ley de Entidades Financieras. Uno de los puntales del modelo de exclusión que empezó a desmontarse en 2003 fue el de una economía de servicios, exportadora de bienes primarios, para pocos y con un lugar central para la especulación financiera. Así como la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual constituyó un enorme avance para terminar con el monopolio de la palabra pública, el proyecto de ley que estamos proponiendo avanza en un mismo sentido de más democracia, más participación y más justicia. Estamos por completar nuestra propuesta con un proyecto de ley de reforma de la Carta del Banco Central, dando consistencia al conjunto del sistema financiero, organizado en función de otro modelo de país. También las preocupaciones por las pequeñas y medianas empresas -principal fuente de empleo en nuestro país- se expresan en la elaboración de un proyecto de ley específico para las micro, pequeñas y medianas empresas.
En el plano de los cambios culturales que promovemos, nuestro bloque tuvo un papel protagónico en la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario, que sin duda ha sido un paso adelante para la construcción de relaciones sociales no discriminatorias en función de la elección sexual de las personas. También estamos trabajando en el proyecto de ley para crear un régimen de asignación única por trabajos y obras reconocidas a escritores (Autores), habilita un derecho a los escritores por su labor al servicio del enriquecimiento de la cultura social.
Con relación a otra de las asignaturas pendientes con la memoria, la verdad y la justicia, vamos a presentar un proyecto de ley de reforma al Código Procesal para los crímenes de lesa humanidad, para unificar las causas y hacer más eficaz la reparación por esos hechos aberrantes. La justicia será la única llave para terminar con la impunidad, y evitar que esta barbarie sea repetida.
Otros proyectos alientan la profundización de la democracia, como el proyecto que defiende el reconocimiento legal de la Central de Trabajadores Argentinos.
Y otros denuncian los atropellos de la gestión de Mauricio Macri, que desplegó con inusual consistencia una combinación de autoritarismo político e ineficiencia militante en la gestión de la cosa pública.
En otras palabras, además de acompañar las iniciativas que el Poder Ejecutivo o la bancada oficialista propone profundizando un modelo de justicia, hemos desplegado una importante cantidad y calidad de propuestas que van hacia la construcción de un orden social más justo.
En este marco, advertimos que el año 2011, nos encuentra ante el desafío de librar la batalla central contra las fuerzas restauradoras del antiguo régimen.
Aunque han expresado hasta aquí una gran fragilidad de ideas, no dejamos de atender sus movimientos que basculan entre las amenazas destituyentes y la mera vociferación de eslóganes sin fundamentos ciertos a la vista.
Pero tanto o más que la atención a esas acciones de los restauradores, nos empeñamos en idear y ensayar la construcción de lo nuevo, apostando a un futuro digno de ser vivido haciendo propia la consigna que dio origen al Foro Social Mundial: otro mundo es posible.
Esta nota fue publicada en la Revista Debate el día 3 de octubre de 2010.