Para tener una moneda única en una región es necesario solucionar varias cuestiones antes, unas de las más importantes son integrar las políticas fiscales, las políticas laborales y las políticas financieras.
Si bien los europeos en el Tratado de Maastrich previeron varias cosas, con esta crisis quedó en evidencia que aún les falta mucho. Para poner un ejemplo simple, es muy difícil que la productividad de un trabajador griego sea la misma que la de un trabajador alemán porque hay una diferencia objetiva entre ambos países.
En los comienzos de la Unión Europea, cuando había bonanza, los países más desarrollados aportaban cuantiosas sumas a favor de los menos desarrollados. España fue uno de los beneficiarios, recibía aportes de Alemania, Francia e Inglaterra para poder invertir en recortar la diferencia. Curiosamente, cuando esos subsidios dejan de fluir, la crisis aparece.
Los bloques deben integrarse a partir de avanzar en identidades legales y regímenes similares. Es necesario, para que la moneda única no se distorsione, que haya salarios iguales, precios iguales, impuestos iguales, tecnologías y hasta una legislación laboral igual, de lo contrario, la productividad en los países con un mayor nivel de desarrollo y en los que tengan un menor nivel de desarrollo va a ser muy distinta.