Mucho se habla sobre los efectos que la crisis europea pueden tener en Latinoamérica. Lo cierto es que hasta el Fondo Monetario Internacional y el Banco Interamericano de Desarrollo acuerdan en que la región mejor posicionada en este momento es América Latina, ya que la discusión gira alrededor de las políticas que harán crecer a la región, mientras que en Europa se debate sobre cómo contener la crisis.
El problema con la crisis europea es que si bajan los sueldos, los subsidios y las jubilaciones, la gente va a consumir menos. Si la gente consume menos estamos frente a dos realidades: por un lado, las empresas de Europa van a tratar de buscar lugares donde colocar sus excedentes; al mismo tiempo van a comprar menos de otros lados; a la vez que terceros países que le vendían a Europa se van a poner más agresivos en la búsqueda de nuevos mercados. Es decir, si se achican los compradores o se achica la producción, tendremos una puja en dos planos: el de los intereses de los grupos económicos, y el de los intereses del estado.
Creo que las políticas que se están llevando a cabo en la región, y en nuestro país en particular, de apoyarse sustancialmente en el fortalecimiento del mercado interno son las correctas. La ecuación es directa: si le damos más plata a los que no tienen para que consuman, se genera demanda, y esa demanda genera empleo, ingresando en un círculo virtuoso.
Ya lo han dicho tanto Lula como nuestra presidenta: que estas crisis se resuelven con acuerdos políticos que están más allá de los intereses comerciales, porque si dejásemos al mercado librado, por ejemplo, a la diferencia de potencia que tiene Brasil respecto a la Argentina, o a la que tiene China respecto a la Argentina, nos sería muy difícil sobreponernos.
Para construir nuestro destino económico, debemos hacerlo sobre la base de una fuerte acción política que permita generar acuerdos dentro de los márgenes de las convenciones internacionales a las que estamos sujetos, como la Organización Mundial del Comercio. No hay que olvidar que en el medio de la puja entre los intereses económicos y los del estado, están los empresarios que quieren hacer su negocio. Es por ello que no se puede dejar que el mercado decida lo que se vende y lo que se compra, sino que es necesario poner en juego una gran vocación política para lograr armonía.