La Convertibilidad, un modelo eminentemente ideológico

convertibilidadRecientemente se han cumplido dos aniversarios altamente significativos: los 35 años del golpe de 1976 y los 20 años de la puesta en marcha del Plan de Convertibilidad, allá por abril de 1991. No son dos conmemoraciones aisladas; están firmemente unidas en lo económico por una concepción neoliberal de la economía, tanto que puede decirse que la Convertibilidad pudo realizar muchos de los anhelos que la dictadura no pudo concretar.

Más allá de compartir los mismos fundamentos teóricos, que para el régimen militar era de novedosa aplicación práctica y teórica, la Convertibilidad tenía como antecedentes inmediatos las experiencias de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, aunque la profundidad de los cambios implementados por el menemismo fue mucho mayor.

Hay un eje fundamental que cruza las políticas económicas de la dictadura con las implementadas en los noventa: la apreciación del tipo de cambio como principal señal para la asignación de recursos entre las distintas actividades económicas, que fue fundamental para favorecer el ingreso de capitales, léase fuerte endeudamiento, y sostener el modelo de valorización financiera. Este modelo viene asociado a una fuerte liberalización de los flujos de capitales y del comercio exterior, con un negativo impacto sobre las PyMEs de todos los sectores.

Esta idea se refuerza con el reciente reportaje de Ámbito Financiero a Domingo Cavallo, en el cual expresa que en 1997 hubiera sido la oportunidad para dejar flotar la moneda (sin salir de la convertibilidad) debido al fuerte ingreso de capitales, que hubiera producido una revaluación aún mayor del peso. Sin embargo, no pudo aplicarse, según expresa, porque el tipo de cambio sobrevaluado no les convenía a los exportadores, ni a los bancos ni a las provincias. No obstante, luego reconoce que ese año el dólar se encontraba apreciado con respecto a otras monedas, con lo cual, de haberse dejado flotar y revaluarse, la pérdida de competitividad de nuestra economía hubiera sido gigantesca, justo antes del impacto de la crisis asiática.

En un discurso al cumplirse los tres meses del inicio de la Convertibilidad, Cavallo realizaba un exhaustivo examen de lo logrado en ese período, valorando la contención del gasto público. El entonces ministro hacía una evaluación del comportamiento inflacionario, que poseía un evidente sesgo distribucionista regresivo. Por un lado, comentaba que “con todo lo que nos duele no poder pagar aumentos a los jubilados y pensionados”, no se iba a recurrir a la emisión monetaria para tal fin. También solicitaba el escalonamiento de los pagos de los aguinaldos a los trabajadores para que el desembolso en un mismo mes no tuviera un impacto sobre la inflación. Y, en general, se refería al excelente comportamiento de precios que lograba, con excepción de los mayoristas de los productos agropecuarios, que habían subido significativamente por la mayor demanda, pero especialmente, explicaba Cavallo, por el “realineamiento de los valores de los productos de exportación agropecuaria con motivo de la eliminación de las retenciones”. Pero este efecto no preocupaba al entonces ministro, puesto que “los mismos aumentos que agregan puntos al índice de precios mejoran la rentabilidad de los productores y alientan a incrementar la producción”.

El enfoque dejaba claro que, para la teoría aplicada en la Convertibilidad, los aumentos de las jubilaciones y los salarios tenían efecto inflacionario, no así el incremento de precios por mayor ganancia, que resulta beneficioso para la economía. Un abordaje eminentemente ideológico. El tema de la cuestión monetaria ha sido esencial en el diseño del Plan de Convertibilidad. Cavallo mencionaba en el discurso aludido que el nuevo peso convertible “es una moneda destinada a perdurar por muchos años, me atrevería a decir, por décadas”, una aseveración que evidencia la ilusión que produce en los ortodoxos el efecto monetario.

Leyes
Esta impronta ideológica quedó moldeada en varias leyes, pero una de las principales fue la modificación de la Carta Orgánica del BCRA, que estableció como su única misión la preservación del valor de la moneda, además de una total desvinculación de la autoridad monetaria respecto de las políticas del gobierno de turno. Creo que una de las principales lecciones de la Convertibilidad es que no se puede aislar el tema monetario de la evolución de la economía real. Si los fundamentals macroeconómicos no están equilibrados, por más que esté escrito en la ley, el tipo de cambio fijo no resulta sostenible.

La Convertibilidad ha sido un programa para intensificar la dependencia, no sólo por la pérdida de la posibilidad de ejercer política monetaria, una herramienta esencial para cualquier administración, sino porque además generó, por el alto nivel de apreciación, un déficit comercial crónico, que sumado a los cada vez más altos pagos de intereses de la deuda externa, configuraban una Cuenta Corriente altamente deficitaria.

Sangría
El déficit de Cuenta Corriente alcanzó los 87.832 millones de dólares entre 1992 y 2001, cerca de un tercio del PBI promedio de los últimos años de la Convertibilidad. ¿Cómo sostener semejante sangría? Con un fuerte endeudamiento, que se tornaba más difícil de conseguir cada año y con mayores tasas de interés. Un claro modelo dependiente del financiamiento externo. Y, en este aspecto, es la continuación de la dictadura, pues prosiguió el modelo de valorización financiera, e incrementó la deuda externa a niveles superlativos respecto de los inicios de la Convertibilidad, pasando de 62.200 millones de dólares a fines de 1990 a algo más de 140.000 millones a fines de 2001. El aumento es casi un espejo del comentado déficit comercial.

La Convertibilidad pudo superar las distintas crisis internacionales gracias a los cuantiosos préstamos del FMI. A pesar de ello, o mejor dicho, a causa de ello, todas las crisis internacionales generaron un impacto negativo en el país, no sólo en la Balanza de Pagos sino en toda la economía y, principalmente, en la situación social.

En este contexto, se gestó un sistema financiero acorde con esa dependencia de los flujos financieros del exterior, y una mayor dolarización de la economía a pesar de que la Convertibilidad se propuso fortalecer la moneda nacional. La dolarización se profundizó cada vez más con los impactos de las distintas crisis; a partir de la crisis asiática de 1997, la casi totalidad de los nuevos préstamos en el sistema financiero se realizaron en dólares, en muchos casos a deudores que poseían ingresos en pesos. Desde el movimiento cooperativo realizamos estas y otras observaciones sobre las características del sistema, así como también propuestas concretas luego de la caída de la Convertibilidad, para que se devolvieran en dólares los depósitos de menores montos, a partir de mantener en dólares los préstamos de los principales deudores. Sin embargo, se optó por la pesificación asimétrica de todos los activos y pasivos del sistema.

Hay consecuencias fundamentales de la Convertibilidad, como la privatización de las empresas públicas que no he tratado por la intención de centrar este artículo en el tema monetario y financiero. Salvando las omisiones, evalué interesante repasar las características mencionadas del modelo de la convertibilidad inspirado en los preceptos neoliberales, por dos motivos. El primero de ellos es la gran diferencia del modelo actual con el que acaba de cumplir 20 años. Hoy existe una política monetaria activa y se defiende un determinado tipo de cambio gracias al importante nivel de Reservas Internacionales que posee el BCRA. En parte, ello ha sido posible porque durante todos estos años el saldo en Cuenta Corriente ha sido fuertemente positivo, lo que permite, como se ha demostrado, un colchón importante para amortiguar las crisis financieras externas. En la actualidad, el sistema financiero realiza principalmente operaciones en pesos, y los créditos en dólares al sector privado (16% del total) sólo se otorgan a deudores con ingresos en divisas. Todas estas situaciones son diametralmente opuestas al modelo de la Convertibilidad.

El segundo motivo es que, hoy en día, muchos políticos sugieren instalar medidas similares a las de aquel modelo, como una revaluación de la moneda, la eliminación o reducción significativa de las retenciones a las materias primas. Programas que, sin hacer uso de la convertibilidad del peso al dólar, pueden tener las mismas consecuencias nefastas sobre la economía y la sociedad.

Esta nota fue publicada en la Revista Debate el 15.04.2011

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